La foto de la plaza de San Marcos ofrece como punto fuerte de interés una imagen de la iglesia del patrono de la ciudad, sin ninguna parte de la fachada en restauración, algo que no es frecuente, por cierto. Pero los laterales y el centro de la imagen están llenos de interés, de benditos detalles, como diría Navokov.
Uno de ellos es un poco menos de la mitad del campanario en altura y algo más de la mitad en anchura, una extraña presencia que podría considerarse que afea la foto, si no fuera porque se trata de un viejo conocido al que podemos permitir que se ponga cómodo. Además, aquí hace como de marco que se completa al otro lado con la torre Eiffel.
Son numerosas las guías turísticas que cuando describen el campanario no señalan que se trata de una réplica del original, que se derrumbó a principios del siglo pasado.
Paul Morand, uno de los varios escritores franceses enamorados de Venecia, de difícil digestión por su actitud colaboracionista durante la Segunda Guerra Mundial, proporciona un hermoso testimonio del derrumbe en su libro Venises. La obra es una especie de autobiografía a través del prisma de su amor por la ciudad. Al retratar el grupo de franceses en el que se movían sus padres cuando iban allí de vacaciones, hace notar hasta qué punto pertenecían a la secta racionalista de adoradores eruditos de Venecia:
Morand, Paul, Venises, Gallimard, 1971, p., 70.
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