En la audacia y la meticulosidad de su ingeniería, en la gran armonía de sus proporciones y en el elocuente peso de la historia del que está dotado, el Panteón es sin duda la más grande todas las construcciones de la antigua Roma que sobreviven (Hughes, Robert, Roma, una historia cultural, Ed Crítica, 2011, p. 131).
Parece ser que Monseñor Antonio Tedesco sacó en 1995 del baúl de los ritos olvidados esta celebración de origen medieval de la fiesta de Pentecostés, el 23 de mayo. El escenario es el Panteón romano (la iglesia de Santa María ad Mártires), y la ceremonia consiste en dejar caer miles de pétalos de rosa desde el agujero de la cúpula (la más grande del mundo de hormigón no reforzado), de 9 metros de diámetro. Los pétalos caen desde una altura de 43 metros y recuerdan la bajada del Espíritu Santo sobre los apóstoles en forma de llamas. Lo cuenta el diario italiano Repubblica, que publica además un amplio reportaje fotográfico del que están tomadas las siguientes tres instantáneas:
Hace pocos días, el periodista Enric González recordaba que uno de los espectáculos más hermosos de Roma consiste en ver caer la nieve por a través de ese mismo ojo por el que unos bomberos lanzan los pétalos rojos, como si quisieran unirse a la celebración religiosa haciendo un sortilegio del fuego:
El Panteón es el tercer Panteón. El primero, construido por Marco Agripa en el año 25 antes de Cristo, quedó destruido por el gran incendio del año 80. El segundo, hecho por Domiciano, duró poco: en 110 le cayó un rayo y ardió también. La obra de Adriano, en cambio, duró para siempre. Para que se hagan una idea, sólo en 1958 los técnicos modernos consiguieron levantar una cúpula de hormigón más grande que la del Panteón. Hasta entonces no había sido posible reproducir tal maravilla.Foto: Tropas de asalto turísticas esperan el mejor momento para introducirse en su objetivo.
Aunque el edificio es de Adriano, éste prefirió dedicarlo a Agripa, creador del primer templo: "M. Agrippa L. F. cos tertium fecit" (Marco Agripa, hijo de Lucio, lo hizo en su tercer Consulado). El nombre sugiere que el templo se utilizaba para adorar a todos los dioses. Tal cosa resulta, sin embargo, poco verosímil: los romanos antiguos no tenían costumbre de someter a sus dioses a la promiscuidad de convivir amontonados, y cada uno disponía de sus templos. Fuera para lo que fuera, siglos más tarde se convirtió en iglesia cristiana, fue utilizado para enterrar al pintor Rafael y a varios miembros de la casa real de los Saboya, y en él se celebran misas…Casi no me atrevo a decirlo, porque ocurre rarísimas veces. Lo de que nieve en Roma, digo. ¿Nieva y están en Roma? Corran hacia el Panteón y hagan lo que hace cualquier romano informado: entren y miren al techo, al agujero de la cúpula. Los copos entran en el templo y quedan suspendidos girando en el aire. Sólo eso. Tal vez tengan ocasión de contemplar un espectáculo más sublime, pero dudo que sea en esta vida.
Junto al Panteón tiene lugar una de las escenas más conmovedoras de una de las películas más conmovedores de uno de los directores más conmovedores del cine italiano, Vittorio de Sica. Se trata de un jubilado que a causa de su exigua pensión se ve casi obligado a ejercer la mendicidad. La película está ambientada en otro momento histórico, en otra de las crisis cíclicas del capitalismo, pero es que ayer vi a un hombre joven comer los restos de un restaurante en Don Jaime y no se me va de la cabeza el rollo ese de poner la barbas a remojar cuando se ve al vecino pedir.
Todo lo anterior viene a cuento porque uno de los montajes de los que partió toda la actividad de este blog, exposiciones del paredondehelarte incluidas, está dedicado a la venida del Espíritu Santo como don de lenguas que inspira a los personajes famosos de la foto a hablar, con mejor o peor fortuna, en otros idiomas.
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