El pasado día 26 de marzo, Sonoko Inoue volvió a dictar una charla práctica sobre el ikebana, el arte floral japonés. Ante un grupo más reducido que el de la sesión anterior Sonoko volvió a dar muestra de su precisión y elegancia a la hora de hacer comprender lo importante que es estar bien sentado, saber elegir la mejor rosa entre tres, hacer otro tanto con the second best y decidir a cuál se le asigna el peor papel. Y lo mismo con los tallos.
Como las tres rosas que se utilizan son de tamaño parecido y a veces la más bonita no es la más grande la indecisión sobre cuál de ellas debe ser la protagonista de la composición se apodera del pobre maño o maña que debe decidir. Yo, que soy madrileña, dudé doblemente, todo hay que decirlo. Con los tallos la cosa resulta más sencilla, aunque, a mí, la cuestión también me planteó graves problemas . Es verdad que ante el menor problema se puede recurrir a las tijeras para aplicar el correctivo necesario, con el tallo dentro del agua, ça va sans dire.
Pero el problema es que es fácil pasarse o quedarse corto en el corte y entonces,como las proporciones, las distancias y los ángulos de la composición han de ser muy precisos, te ves condenado a ir de mal en peor en la confección de tu obra.
Uno se obceca, escucha los malévolos consejos del vecino o no escucha sus acertadas observaciones y se equivoca sin casi posibilidad de volver atrás, como no sea intercambiando la propia composición por la de otro participante que esté distraído contemplando las manos aflamencadas de Sonoko. Fue lo que hice yo en la primera sesión con el centro de Andrés, pero sin acordarme de que él también es madrileño y por lo tanto proclive al error centralista. Pan por tortas resultó mi cambio. Él, que es bondadoso, simuló no haberse dado cuenta del cambiazo, o tal vez dudó de nuevo pensando que había mejorado. Y como es imposible que los dos hubiéramos mejorado, pues alguno tuvo que empeorar.
Según avanza la sesión te vas sintiendo cada vez más involucrado y hasta los pinchazos de la pieza que sirve para sujetar los tallos en el fondo de la cerámica (kenzan) te parecen casi necesarios para la consecución del objetivo. Hay quien llega incluso a tomar apuntes, a pesar de tener que estar secándose constantemente las manos antes de empuñar el boli.
Al principio de la sesión uno no sabe bien cómo comportarse y a veces adopta la actitud llamada “de restaurante”, porque parece que esté esperando a que le sirvan el primer plato. Esta reportera no pudo asistir a la sesión descrita porque tenía que estar presente en el claustro que se estaba celebrando al mismo tiempo. Pero puede decir que allí también, en el claustro, por increíble que pueda parecer, todo resultó ameno y hasta divertido, porque ha acabado por prevalecer por encima de cualquier otra consideración que todo lo que se diga debe ser lo más breve posible que de deben medir las palabras como si fueran oro en polvo y que, como en cuestiones dietéticas es mejor quedarse con un poco de hambre que pegarse un atracón de los que después pesan.
Así es que con tanta diversión se me pasó el tiempo volando y cuando acudí a ver cómo andaban mis colegas con el ikebana todo había terminado. Me tuve que quedar con las ganas de fotografiar las composiciones para compararlas con las de la otra sesión.En la sala, sobre la mesa, no quedaba más que la obra con la que Sonoko había querido amenizar la sesión.
He aquí otro grupo de participantes en la descrita actitud “de restaurante”, mezclada esta vez a cierto aire de pose fotográfica. Dada la mezcla de equilibrio y hondura que transmiten las obras de ikebana cuando están bien hechas, a esta reportera se le ocurre proponer que una comitiva de los participantes en las dos sesiones celebradas en nuestra escuela participe en la próxima ofrenda de ramos de las Fiestas de Pilar. Eso sí, después de haber seguido practicando durante los próximos meses. También me pregunto si no sería bueno que en lugar de la pirámide situada en la Plaza del Pilar en la que se acumulan miles y miles de flores con escaso criterio y mucha devoción se construyera una gigantesca obra ikebánica, con ayuda incluso de los medios informáticos que fueran necesarios. En lugar de seguir los designios de Bigas Luna, podrían aventurarse un año con una propuesta de nuestra excelente monitora.
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