sábado, 27 de marzo de 2010

Rincón del reportaje. Surferos del bordillo.

Las chispas invisibles que se desprenden al rozar la superficie de la tabla con el filo de granito son las gotas que salpican al espectador que desde su casa contempla una competición de surf en un canal televisivo de deportes. Unas queman y las otras refrescan la vista. El skateboarder pretende cumplir el sueño de aquel que quiere ser dueño  de su vida en cada instante, jugando  con la posibilidad de caerse, pero con la emoción siempre viva por no hacerlo, una cosa que a la que quienes avanzamos agarrados de un pasamanos damos poca importancia.

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Cuanto más te arriesgas a pegártela mejor te debe saber seguir con los dos pies sobre el suelo. Les he visto afanarse en la plaza de Felipe II de Madrid, algunos como artesanos mediocres, condenados a que se les tuerzan las costuras, otros como príncipes del diseño con tiralíneas. Hasta esos a veces fallan, pero vuelven atrás con gesto humilde para repetir la jugada. Quién sabe, quizá una mota de polvo ha alterado su trayectoria o se han distraído pensado en quien les mira embelesado.  Como Matisse, intentan automatizar el trazo perfecto, que les salga la pirueta atraídos por una fuerza insondable, nonchalante y, al tiempo, llena de vibración. Todo, para hacer inconsciente la mecánica de la emoción, olvidar cómo se logra lo difícil para pasar al más difícil todavía.

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Si el surfero es en rey de lo blando, de la superficie dúctil, el skaterboarder es en señor de lo duro, de las dolorosas esquinas, el que no intenta someter el terreno sobre el que se desliza, sino que quiere vivir en pareja perfecta con él, respetando la autonomía, pero disfrutando del roce. Su ola perfecta sería un filo de platino y su gran cabalgada descender hasta el centro de la tierra por el pasamanos de la vida para volver a subir y empezar de nuevo.

Unas cuantas imágenes sacadas de páginas web de skaters:

 

3 comentarios:

  1. Pues yo siempre he envidiado a los skateboarders por ese nada cabal atrevimiento y desafío al cemento. Tiene que ser casi parecido a volar. Un hermano mío hizo sus pinitos con lo que entonces llamábamos monopatín en la adolescencia, él siempre tan atrevido, tan amante del riesgo; por algo se convirtió con el tiempo en piloto militar.

    Yo, más recatada, me quedé con la bicicleta, que también da una sensación de libertad bastante importante.

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  2. Parecen muy meticulosos y perfeccionistas. Yo no lo asocio a la bici, sino a prácticas más técnicas.

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  3. Te he dejado en mi blog una entrada-comentario a propósito del tuyo.
    Tengo que decirte que he visto en Tarifa estrellarse algún surfista y tampoco salen tan bien parados, que una cosa es un revolcón de los experimentados y otra un costalazo de manual entre los principiantes. Ciao.

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