Reservemos un día para llorar, cada uno según sus necesidades; procuremos restringir a un momento fijo, periódico, encerrado entre los paréntesis de la rutina, la regeneración que supone el llanto, que no se termina nunca, sino que renace de sus mismas cenizas, del margen de insatisfecha ensoñación que el instante vivido, sufrimiento o placer, no puede dejar de producir. Regularicemos el llanto como nos gustaría regularizar el tracto intestinal, uno dejan las cosas donde tienen que estar.
Además de vacios, somos seres desdoblados, nunca vivimos del todo en eso que llaman el aquí y el ahora, nunca. Podríamos inventar, como Pessoa, otros yoes para que lloren por nosotros. Pero no todos somos dioses como él, capaz de crear un heterónimo para cada necesidad o dolor elemental. Limitémonos entonces a proyectar nuestro dolor en las vidas de los otros. Yo me lo monto con la lectura, pero hay quien consigue hacerlo viendo la tele por la tarde, con María Teresa Campos o Jorge Javier de chamanes, en el oasis del dolor o la dicha ajena, por los que se llora o se ríe tan ricamente, mucho mejor que por nosotros, que empezamos riendo y acabamos dando jipíos ante el espejo interno.
Conviene, como ocurre con las necesidades escatológicas, crear pues hábitos de llanto, a la misma hora en el mismo sillón, sanitario o de orejas. Conviene convertir el llanto en rutina, en una asignatura, latin o greek, que exige concentración, diligencia, empeño, perseverancia. Solo así podremos afrontar el resto de la semana en calma, con el cuerpo encajado y la pestaña limpia. Solo así nuestra carne será transparente y los grandes dramas, las muertes, el paro, los desahucios, y los disgustos menudos, los me gusta de Facebook que no llegan, las frescas que nos dicen o los morros que nos ponen los compañeros, los alumnos, serán digeridos y expulsados, metabolizados, sin trauma. De todos modos, así como hay olas perfectas para los surfistas, el momento ideal del llanto es la hora de más de los años bisiestos.
Como a veces en el llorar, el comer, y el reír todo es empezar, dejo aquí una pequeña contribución, fragmentos de pena y alguno de risa para que cuando se vaya pasando el sofoco haya algo en lo que apoyarse hasta la próxima sesión. Al fin y al cabo, se trata de pasar al otro lado dulcemente, sin que nos tomemos a nosotros mismos demasiado en serio ni en la risa ni en el llanto la risa, que todo, el latín y el griego, los deberes y los placeres, la alegría y la tristeza está muy mezclado.
(Fuente de las fotos y de los pies de foto). La fuente original aparece a renglón seguido del pie de foto.
A boy plays violin at the funeral of the teacher who taught him to play.Source: reddit.com
Frank Tugend, a coal miner, is held by his grandson. Source: reddit.com
A woman is reunited with her dog after a flood in La Plata, Argentina.Source:reddit.com
Photographer Angelo Merendino and his wife, Jen, shave her head after she undergoes treatment for cancer. Source: quora.com
A woman says goodbye to her friend. Source: reddit.com
John F. Kennedy Jr. salutes the coffin at his father's funeral. Source: reddit.com
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Two siblings embrace in southern Sudan, 1998. Source: reddit.com
A patient greets a dressed-up window washer at a children's hospital in Sao Paolo, Brazil. Source: mashable.com/
A 103-year-old man spends his final moments with his son. Source: reddit.com/
A woman helps her mother in the ocean in Cape Town, South Africa. Source:reddit.com/
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