martes, 26 de mayo de 2015

Los calcos de Pompeya restaurados, como un flechazo artístico, una recreación literaria de lo sucedido, una ventana privilegiada hacia el conocimiento a través de la emoción.

11350656_10153318917998711_5118668284457695933_n(Fuente de la imagen)
Refiriéndose a los terremotos de 2010 en Haiti, Maruja Torres hablaba de “una nueva cabronada de la Naturaleza  -con mayúscula siempre, cuando mata, como si nombráramos a la majestuosa Parca-. Eso es lo que ocurrió en Pompeya el año 79 de nuestra era, que una gran cabronaza que en forma de gases tóxicos, nubes de ceniza y un aumento repentino de la temperatura provocó la muerte de sus habitantes. Según algunos estudiosos, la temperatura alcanzada osciló entre los 300 y los 600 ºC, lo cual explicaría  el denominado cadaveric spasm, una postura que se adopta solo en casos de muerte instantánea, de las víctimas de las que ha quedado el cuerpo en yeso, gracias a los calcos que se obtuvieron inyectando ese material en los huecos presentes bajo la capa de cenizas resultantes de la erupción . No sé si en la denominada muerte súbita, de cierta frecuencia en los deportistas,  hay algún signo de lucha contra lo que está a punto de suceder.  El cadaveric spasm no deja ni respirar al fallecido, es como una foto hecha a traición que el retratado no podrá ver, una especie de expresión máxima del grado de verdad, de espontaneidad, que alcanzamos en las distintas circunstancias de nuestra vida cotidiana, que a veces no es muy alta, pues hay quien representa hasta dormido. El espasmo del hipócrita, debería así ser una especie de emblema de la hipocresía, aunque si es muy conseguida, quizá lo sea de la sinceridad.
Las lecturas neorománticas que se han hecho de los calcos pompeyanos subrayaban una especie de abrazo extremo, ademán postrero de apego a la vida, a los demás, en algún caso, síntoma del deseo de morir en brazos de los seres queridos, protegiendo a los hijos, gesto todos ellos muy apreciados entre los humanos, en particular entre los políticos en campaña electoral y entre los periodistas en la parte final de los telediarios. Amor que mueve el mundo y nos da apego a la vida. Pero, lo que seguramente ocurrió en Pompeya no era eso, sino más bien que plácidas parejas  dormían a pierna suelta, pero enganchadas por el brazo, inconscientes. Nada de sentidas reacciones humanas ante lo inevitable, del intento de traspasar de la mano el umbral de la muerte, sino más bien pura cotidianeidad nocturna, previa quizá al lanzamiento matutino de los trastos a la cabeza.  Los restos del Huerto de los fugitivos o de la Casa de la pulsera  (una madre con un niño de pie sobre su la tripa, un niño de unos dos años y un adulto golpeado por una viga) no son sonámbulos que se despiden, sino durmientes que no se despertaron antes de morir o que estaban plácidamente terminando el día, sin saber que era el último.
10314450_10153318917943711_3406150307609759006_nFoto de la exposición que se inaugura hoy en Pompeya en la que se presentan los calcos restaurados (Fuente de la imagen)
Lo cierto es que la restauración, el acto de redefinir sus gestos proporciona la excelsa emoción de las revelaciones. Es algo que Rossellini ya mostró en Te querré siempre (1954) (1). Tiene esa aparición de un cuerpo muerto en la inconsciencia de su final la fuerza del recuerdo involuntario, trae al presente una catarata de pasado que aún huele y llega de sabor el presente. Es, en definitiva, lo mismo que un flechazo artístico, que una recreación literaria de lo sucedido, una ventana privilegiada hacia el conocimiento a través de la emoción.
Fotos de la reciente restauración de los calcos. (Fuente):
Pompei, lo straordinario restauro dei calchi
Pompei, lo straordinario restauro dei calchi
Pompei, lo straordinario restauro dei calchi
Pompei, lo straordinario restauro dei calchi
Pompei, lo straordinario restauro dei calchiMamma con bambino (foto di Antonio Ferrara)
Pompei, lo straordinario restauro dei calchiLo scheletro visibile all'interno dei calchi (foto di Antonio Ferrara)
Pompei, lo straordinario restauro dei calchiI restauratori Giancarlo Napoli e Stefano Vanacore (foto di Antonio Ferrara)
Pompei, lo straordinario restauro dei calchiFoto di Antonio Ferrara
Pompei, lo straordinario restauro dei calchi

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(1) En la película, el matrimonio en crisis formado por Alexander (George Sanders) y Katherin (I. Bergman) llega, durante su visita a Pompeya, a su punto álgido (más frío) al contemplar a la pareja de calcos abrazada, punto que al tiempo les sirve para rebotar de nuevo hacia un afecto distinto, que tomará forma en el abrazo reconciliatorio, posterior al momento de desorientación que sufren en la escena de la procesión. El momento final de revelación, como le gustaba definirlo al director, no hubiera sido posible si antes no hubieran visto los yesos abrazados y se hubiese despertado en ellos una nueva y silenciosa percepción del otro. Esta película que tanto gustó a los redactores y cineastas del grupo inicial de Cahiers du cinéma. Como recuerda Ángel Quintana:
“Jacques Rivette escribió en Cahiers du Cinéma sobre Viaggio in Italia: “Este film abre una brecha por la que todo el cine debe pasar bajo pena de nuerte” y “Con la aparición de Viaggio in Italia, todas las películas han envejecido diez años” (Quintana, Angel, Roberto Rossellini, Madrid, Cátedra,p., 143)
Dice André Bazin en su conocido libro sobre el cine (¿Qué es el cine?, Madrid, Rialp, 1966, p., 583) que en Te querré siempre “el público se siente decepcionado por el film, en la medida en que solo nos presenta Nápoles de una manera incompleta y fragmentaria…pero lo poco que se ve, algunas estatuas en un museo, varias mujeres embarazadas, una excursión a Pompeya, una parte de la procesión de S. Gennaro”, posee, sin embargo, un carácter global que resulta esencial, en la medida en que está “filtrado por la conciencia de la heroína”. Por eso, el paisaje que aparece en la peli “no es falso, sino que es un paisaje mental, objetivo como una pura fotografía y subjetivo como una pura conciencia”.

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