Hace años, hablando con un compañero de trabajo con el que tenía que hacer una lista alfabética, me puse a discutir sobre la existencia de la ch. Decía que no existía, que a su hija en el colegio se lo
habían dicho así. Yo le dije que cómo no iba a existir y a punto estuve de pedirle que hiciera un examen de conciencia para ver si encontraba la ch en el fondo de sus recuerdos. Sería porque había estudiado el bachillerato en un sistema escolar distinto de español. Lo cierto, es que en el armario de su vida la ch no estaba por ningún sitio y, al parecer, su única referencia era lo que le habían dicho a su hija en el cole. Le dije que confundía el orden alfabético, basado generalmente en el alfabeto del latín –lengua, al menos en lo que se entiende por latín clásico, en la que el sonido correspondiente al dígrafo ch no existía, como no existían otros sonidos palatales- con lo que el sentido común llama letras. Tuve bastante razón hasta el 2010. Aunque ya antes de ese año, la Academia había excluido la ch de sus listas alfabéticas, no lo había hecho del alfabeto español. Pero, por lo que se ve, algunos maestros se anticipaban a lo que acabó por suceder. Todavía, si uno lee ciertas entradas de la R.A.E. le entran dudas acerca de su existencia, reafirmada, sin embargo, en otros casos. Lo cierto es que desde el 2010 la R.A.E. la ha
eliminado de la tabla del alfabeto. Sea, quizá la letra ch haya perdido su carta de naturaleza, pero la
che pervive en la lengua común y por lo menos mientras a mi me quede memoria no dejará de existir en un limbo ambiguo, un poco letra que se extingue, otro poco sonido que pervive, y otro poco recuerdo de esas letras distintas –la ch la ll- que, aunque no sean muertos que gozan de buena salud, todavía se despiertan de vez en cuando.
Fotos de la fachada de un edificio escolar de León.
El silabario de los niños : método práctico para aprender a leer en veinte y cuatro lecciones (1887). Autor: Meneses y Gómez, Sabas (Fuente)
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