Gian Paolo Barbieri (1938) trabajó, entre el principio de los años 60 y finales del siglo pasado, para muchos de los grandes modistos (Armani, Valentino, Versace, Ferré), para la revista Vogue, retrató a celebridades del mundo de la moda, del cine, del arte (Veruschka, Audrey Hepburn, Monica Bellucci, Angelica Huston, Sophia Loren, Rudolph Nureyev, Jerry Hall). Sus fotos pueden contemplarse en destacados museos y galerias como el Victoria and Albert Museum o la National Portrait Gallery de Londre, el Kunstforum de Viena.
Me topo con un anuncio de una exposición (Gian Paolo Barbieri. La seduzione della moda, a partir del 6 de junio) de 58 de sus fotos de gran formato mientras leo el primer volumen del magnífico ciclo narrativo de Elena Ferrante -nombre bajo el cual no se sabe si se esconde un o una escritora-, formado por La amiga estupenda (L’amica geniale, 2011), La historia del mal nombre (Storia del nuovo cognome, 2012) y Storia di chi resta e di chi fugge (2013), todavía por traducir. En distintos momentos del primer volumen se dibuja un ideal poético que, a mitad de camino entre la paráfrasis y la cita, podríamos decir que consiste en tomar los hechos y cargarlos de de tensión con total naturalidad, reforzar la realidad reduciéndola a palabras, inyectarle energía (p. 126 de la edición italiana), lejos del estilo de Donato Sarratore (el personaje ferroviere-poeta), lleno de palabras altisonantes, frases hechas, esclavo de la fatua emoción. Una de las dos protagonistas, fruto de sus ejercicios de escritura y de sus innumerables lecturas, ha sido capaz de hacer oír su voz a través de sus texto, cuidados, carentes del artificio y amojamamiento que a menudo está ligado a la palabra impresa, fruto de una escritura que permite sentir el pulso de su autora, depurada de la escoria de la oralidad, de su característica confusión (p. 222 de la ed. italiana). Bajo su aparente facilidad se esconde un arduo trabajo que incluye tachar, cambiar el orden, volver a copiar íntimamente (p. 296-7 de la ed. italiana).
Y, viendo las fotos de Barbieri, tan sofisticadas, glamurosas, me pregunto si hay algo en ellas de la poética sentida, pero elaborada, de Lenú, de Lila, las protagonistas de la novela de Ferrante. Me respondo que sí, que aunque los famosos se vistan de monas, un buen fotógrafo logra rescatar los restos de una voz auténtica, los gestos que arrastran, la vida que late y que es tan difícil transmitir sin vana retórica. Esa luminosa transparencia, la aparente facilidad de estilo cuando está aquí conseguida es en medio de una selva de oropeles que se desprenden del corazón de la vanidad, del lujo, sitiada por joyas, pieles cueros, velos, seda que se empeñan en disolverla, en negarla. En ese contraste entre extrema verdad y extrema mentira está la virtud y la tristeza que destilan algunas fotos de Barbieri.
(Fuente de las fotos, todas de G.P. Barbieri)
S. Loren
R. Nureyev
Apollonia
A. Huston
T. Savialova
(Fuente de las fotos, todas de G.P. Barbieri)
Monica Bellucci, Milán, 2000
Katy Quirk, Vogue Italia, 1977.
Cinzia Corman, Vogue Italia, 1968.
Lilò, Vogue Italia, 1979.
Jill Kellington, Vogue Francia, Port Sudan 1974, traje Missoni.
Isa Stoppi, Vogue Italia, 1979.
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