“No paso nunca delante de un fetiche de madera, un Buda dorado, un ídolo mejicano, sin decirme a mí mismo: Quizá es el dios verdadero.”
“Je ne passe jamais devant un fétiche de bois, un Boudha doré, une idole mexicaine, sans me dire: C´est peut-être le vrai dieu.” (Charles Baudelaire)
Sondeo a mi quiosquero, un hombre simpático e ingenioso, para ver si comparte mis sueños apocalípticos sobre la Plaza del Pilar, y me confiesa que en una de sus pesadillas recurrentes cuando se acercan las fiestas se produce una enorme crecida del Ebro. Baturros arrastrados por la corriente tienen dificultades para mantenerse a flote, a causa de los trajes típicos. Pero lo más sorprendente, me confiesa el quiosquero, es que veo cómo la imagen de la Virgen es arrastrada por el agua y al día siguiente, cuando vengo al quiosco a ordenar los periódicos, leo que ha sido encontrada, mojada, pero intacta, en un huerto murciano.
La potencia de esta pequeña imagen de la virgen es tal que no puede dejar de producir desvaríos de la razón. El mío cosiste en verme paseando al amanecer sobre una plaza del Pilar que se ha convertido en grandes cascotes, porque debajo algo muy importante que no llego a saber qué es. Voy con mi pero, y no paro de decirle que tenga cuidado, que se va a hacer daño, y que deje de olisquear, no vaya a descubrir algo desagradable.
Manuel de Lope en Iberia. La imagen múltiple (Debate, 2005) veía la basílica de El Pilar de Zaragoza como una central nuclear religiosa de la que capilla de la virgen sería el núcleo del reactor, y los curas y personal a cargo del templo, los técnicos que se ocupan de su mantenimiento.
La zona de enfriamiento de las aguas podría ser la fuente que en forma de cascada se encuentra en un extremo de la plaza, demasiado grande como para no sospechar que se trata de algo más que una mera plaza de ciudad. La conocida ofrenda que se celebra estos días, según la diseñó no mucho ha Bigas Luna, que tenía acciones en un local (El Plata, cabaret ibérico) no muy distante de allí, supone la colocación a la vista de todos de una réplica de la imagen de la Virgen. A cualquiera que pase por allí sin conocer de qué se trata le sorprenderá el tamaño de la virgen en relación al alboroto y profusión floral que la rodea, como ocurre con la grandiosidad del templo mismo en relación a su advocación. De ahí que la comparación con un reactor nuclear tenga sentido y quizá también que produzca delirios como el del quiosquero y el mío.
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