- Me casé con un comunista (I).
- Némesis (VI).
4. La Conjura contra América (2004)
La novela reconstruye detalladamente la historia de los Estados Unidos entre 1940 y 1942 a través de la vida de un niño judío, pero partiendo de una premisa falsa, consistente en imaginar que las elecciones que ganó por tercera vez F. Roosevelt las hubiese ganado el aviador Charles Lindbergh y se hubiera plegado, por chantaje y por afinidad ideológica, a los dictados del Berlín nazi. Imposible no citar lo que dice Coetzee sobre la obra: “…La Conjura contra América es un manual de historia, pero de tipo fantástico, con su propia verdad, esa clase de verdad en la que pensaba Aristóteles cuando decía que la poesía es más verdadera que la historia; más verdadera debido a su poder para condensar lo múltiple en lo típico.” (Mecanismos internos, 2007. DeBolsillo, 2010, Trad. de Eduardo Hojman, p.249). En ese sentido, Conjura no sería sino “una concreción, una puesta en escena con fines poéticos de un determinado potencial en la vida política estadounidense” (p. 251).
Seguramente, no estamos ante el mejor Roth, sea el de largo aliento o el de obras más cortas – Némesis, Humillación, Elegía, llamadas por el mismo Roth “Némesis: novelas cortas”. En cualquier caso, lo que sorprende de la novela es el tratamiento tan realista, tan detallado, de la ficción histórica, la documentación exhaustiva que maneja el autor. Sin embargo, quizá radique ahí también su debilidad, en el hecho de que los acontecimientos que se desarrollan a raíz de la falsa premisa sobre la presidencia de Linbergh, por más que aparezcan contados con rigor contrahistórico, resultan poco creíbles, hasta producirse un efecto acumulativo de distanciación de lo real que no conduce al descarrilamiento de la trama por la pericia del autor y seguramente también por su acertado uso del humor. No olvidemos que la novela es, desde el principio, un tour de force de habilidad en el manejo de la story-history. En algún sentido, el carácter menor de la obra la emparenta con Me casé con un comunista, aunque en esta el lastre se produzca no por tanto el trasfondo histórico, sino por la lucha denodada por salvar narrativamente a unos personajes que se agotan por momentos.
El viaje de Philip, el protagonista, junto con su familia, tras la elección de Lindberg como presidente, a Washington, a la búsqueda de las raíces de la democracia americana. El desenlace de ese viaje, la decepción, con la familia judía expulsada del hotel en el que se alojaban, expulsada del paraíso democrático… del Jardín del Edén americano, un episodio que, tal vez solo en mi confusa memoria, se asocia a otro de Herzog.
Alvin, el primo huérfano, en silla de ruedas tras la pérdida antiheroica de una pierna, el mayor pagano de la historia. Y, en general, el abigarrado ambiente de los barrios judíos de clase media baja. Por otro lado, la parte colaboracionista de la familia, la que hace que Sandy, el hermano de Philip, participe en el programa Solo Pueblo de desjudaización, ideado para adoctrinar a los judíos en la confianza hacia las autoridades colaboracionistas.
Una vez más, brillan las alternativas que se producen en las relaciones paternofiliales, los momentos de rebeldía y los de sumisión, los vericuetos por los que hace andar la brújula loca del afecto a quienes lo padecen o lo disfrutan. Una vez más, la parábola del buen ciudadano judío americano en un país cuyas autoridades no están a la altura de su entrega, algo que a nivel familiar, a través de los roles tradicionales, se reproduce con reflejos por momentos contradictorios. En cualquier caso, la capacidad de Roth de evocar el universo infantil, firmemente anclado en este caso en los años citados, es extraordinaria.
Y la figura de Seldom Wishnow, huérfano por el asesinato racista de su madre, el más desgraciado de todos, en parte por culpa de Philip.
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