En cierto sentido, las visitas turísticas a los lugares del pasado están siempre ligadas a la emoción que produce lo irremediablemente perdido, pero que aún se puede intuir a través de los restos que han sobrevivido. Si de un templo solo quedan cuatro piedras, no se aviva la ensoñación y el interés pasa a ser exclusivamente arqueológico. Pero si, a través de los restos, la evocación de lo que fue, de lo que hubo, es suficientemente intensa, entonces nace la emoción, la visión que podríamos llamar romántica del pasado, una realidad a mitad de camino entre nosotros, el presente, y ellos, nuestros antepasados, que nos permite renovar la visión sobre el presente, oscurecida por la rutina, la falta de contraste. Por eso, los monumentos de la antigüedad que se han conservado íntegros, o casi, son a veces los menos atractivos que los que se han conservado a medias. Ni mucho ni poco, la evocación nace del justo medio.
Para eso, para ver cómo fue algo en detalle, es mucho mejor la reconstrucción virtual en ordenador o aquellos libritos en que, sobre una foto de los restos, se añadía una lámina transparente con lo que faltaba, algo parecido a lo que hacen los restauradores cuando se permiten añadir elementos ausentes a las partes de época, señalándolos convenientemente. Porque no se trata de actualizar, remozar, como en el pasado hizo alguna escuela de restauración, sino de marcar la diferencia.
Imagen de Pompeya con y sin lámina transparente.
En cierto sentido, el Caravaggio más bello será ese que la mafia tiene en su poder, y si lo ha quemado, no digamos.
En el caso del street art, el deterioro no suele deberse al mero paso del tiempo, sino más bien a intervenciones poco atentas o cuidadosas, cuando no ignorantes por completo del interés de la obra afectada.
Una caso paradigmático es de Banksy, cuyos graffiti han sido repetidamente destruidos. El último episodio del que tengo noticia ocurrió hace pocas semanas en Melbourne. He aquí lo que ocurrió a través de las fotos publicadas por Repubblica.
Seguramente, en Londres o alguna otra ciudad marcada por Banksy existen agencias de turismo que organizan recorridos callejeros para ver sus obras. Yo, desde luego, conozco, a alguien que el recorrido lo ha hecho por su cuenta. Lo cierto es que, también en este caso, la emoción del espectador sería mayor si viera lo que queda del Banksy que fue, si experimentara la melancolía de lo que ya no se puede ver, pero se intuye a través de los restos. Además, ese espectador sentiría la superioridad que produce contemplar a través de ejemplos hasta qué punto los demás, la civilización, son tan bárbaros.
Descubro, por otra parte, que Banksy, como algunas obras de la antigüedad, pasara a la posteridad a través de copias o recreaciones. Por lo pronto, seguidores de la tendencia a convertir obras de arte plástico en escenas vivas ya se han ocupado de hacerlo con graffitis del artista. Así lo ha hecho el fotógrafo inglés Nick Stern:
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