C. de la Mora recuerda cómo se enteró de que la República empezaba a ser proclamada:
De la Mora, Constancia, Doble esplendor, Madrid, Gadir, 2004. Prólogo de J. Semprún, p., 169
Gila era un niño cuando llegó la Segunda República:
Gila, Miguel, Y entonces nací yo. Memorias para desmemoriados, Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 1995, p. 130
Y el testimonio autobiográfico de la política menuda republicana de la mano de Moreno Villa, poeta, pintor e importante personaje de la Residencia de Estudiantes:
Moreno Villa, José, Vida en claro, autobiografía, Madrid, FCE, 1976, p., 187. La primera edición es de 1944.
Rodrigo Fresán, sobre el idilio entre la experiencia personal y la historia con mayúsculas:
Fresán, Rodrigo, Vidas de santos, Barcelona, Debolsillo, 2007, p. 99.
La primera edición es de 1993
Por último, la impresión de Morla Lynch, después de su visita al Ministerio de Estado para reconocer, como representante consular chileno, al Gobierno Republicano:
Morla Lynch, Carlos, En España con Federico García Lorca, Renacimiento, 2008, p., 90
He disfrutado mucho leyendo estos textos, compartiendo a través de ellos la alegría de aquel día...
ResponderEliminarIba a poner parte de la crónica de J. Pla, que si no recuerdo mal habla de la que se monto en la saca de campo, abierta al pueblo, con numerosos ahogados en el estanque, algo que también recuerda mi madre, pero pasé más tiempo buscando en casa el libro que haciendo la entrada. Es una edición barata de una colección que hizo El Pais. Al final no lo he encontrado. La explosión de alegría debió de ser monumental, algo parecido a la caida del muro de Berlín. Sin embargo, las reliquias republicanas no han conseguido ser de casi todos, cosa que sí ocurrió con los trozos de muro, ungidas con el aroma de la diosa Libertad.
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