Rapunzel tenía el pelo largo y
muy bonito, fino como hilo de oro. Cuando oía la voz de la maga, se soltaba las
trenzas, las ataba a un gozne de la ventana y las trenzas caían tan
largas como veinte brazos. Y la maga subía por ellas.
Años más tarde, un príncipe,
mientras cabalgaba por el bosque, pasó cerca de la torre. Oyó un canto tan
dulce que se paró escuchar. Era Rapunzel, que en su soledad se acompañaba con
el suave canto de su voz. El príncipe quería subir. Buscó la puerta sin encontrarla.
Volvió a casa, pero se había quedado tan prendado de aquel cantar que volvía
todos los días al bosque a buscarlo. Un vez, mientras estaba junto a un árbol,
vio acercarse a una maga y la oyó gritar:
- ¡Rapunzel, asómate, deja caer
tus trenzas!
Entonces, Rapunzel dejó caer sus
trenzas y la maga subió. “Si esa es la escalera para subir, yo también
intentaré hacerlo”. Al día siguiente, al atardecer, fue a la torre y gritó:
- ¡Rapunzel, asómate, deja caer
tus trenzas!
Al instante, las trenzas cayeron
y el príncipe subió. Al principio, nada más subir el príncipe, a Rapunzel le
entró mucho miedo, porque no había visto nunca a un hombre; pero el príncipe le
habló con mucha educación y le explicó que su corazón estaba tan prendado de su
canto que no podía dejar de pensar en él y había tenido que ir a buscarla.
Entonces, a Rapunzel se le pasó el miedo y, cuando el príncipe le preguntó si
quería casarse con él y ella vio que era joven y guapo, pensó: “Me querrá más
que la vieja señora Göthel”. Entonces, aceptó, le dio la mano y dijo: “Me iría
encantada contigo, pero no sé cómo bajar de aquí. Cuando vengas, tráeme siempre
seda. La hilaré y haré una escalera con ella; cuando esté lista, voy y
bajo, y tú me subes en tu caballo”…
…El príncipe subió, pero en vez
de Rapunzel, se encontró a la maga, que lo miraba burlona:
– Ah –dijo con sorna- has venido
a buscar a tu amiga, pero el pajarito se ha ido del nido y ya no canta; el gato
se la ha llevado y a tí te sacará los ojos. has perdido a Rapunzel, no la
volverás a ver.
El príncipe, loco de dolor, se
lanzó desde lo alto de la torre. No murió, pero las espinas sobre las que había caído
le atravesaron los ojos. Ciego, erró por los bosques; solo comía raíces y bayas
entre llantos y lamentos por haber perdido a su amada. Como un pobre miserable
pasó años vagando sin meta, hasta que que un día sus huesos fueron a dar en un
desierto en el que también vivía Rapunzel, en la pobreza, con los dos gemelos
que había parido, un niño y una niña. Él oyó una voz, y le sonó a alguien
conocido. Siguió el sonido y, al acercarse, Rapunzel lo reconoció. Lo abrazó
por el cuello llorando. Sus lágrimas humedecieron los ojos de él, que se
iluminaron y volvieron a ver como antes…
(Jacob e
Wilhelm Grimm, Cuentos, Oscar Mondarori, 1951. Traducción del fragmento:
J. Brox)
(Clica sobre las fotos si quieres verlas mejor)
No hay comentarios:
Publicar un comentario