…cuando me oigan decir, por ejemplo, que París no se acaba nunca, lo más probable es que lo esté diciendo irónicamente. Pero, en fin, espero no agobiarles con tanta ironía…Me gusta un tipo de ironía que yo llamo benévola, compasiva…No me gusta la ironía feroz sino la que se mueve entre la desilusión y la esperanza. ¿De acuerdo? (Enrique Vila-Matas, París no se acaba nunca, Anagrama, 2003, p. 11)
P. Conte decía de Génova que es una idea como muchas otras.
París, para mí, también es una idea, pero no una idea como muchas otras, sino
una de las mejores que se me pueden ocurrir. Bastantes estudiantes españoles
que conozco echan pestes de la ciudad y piensan más en volver a sus acogedoras
capitales de provincia que en disfrutar de la antigua capital del mundo. Las
quejas son variadas: alquilar una habitación suele ser complicado y caro, la
gente no sonríe, los estudiantes con los que comparten las clases son
unos puntillos y los funcionarios son unos bordes; todo es difícil en una
ciudad inmensa, hasta divertirse, y cualquier papeleo te lleva, como poco, una
mañana. Nada del carácter excepcional que muchos atribuimos a París, ese que
resumía Stefan Zweig: "Paris, c’est le luxe,
l’élégance, l’entrain, la légèreté, la joie, l’« antiprovince », la liberté, et
avant tout les femmes, beaucoup de femmes" (Trois poètes de leur vie), o Balzac: "L’être
qui ne vient pas souvent à Paris ne sera jamais complètement élégant" (Traité de la vie élégante),
aunque mi elegancia consista en curiosear por las librerías, visitar
inigualables museos, callejear a la espera de sorpresas y tomar algún demi antes de volver a un
caro hotelucho a dormir para madrugar. Me queda algo del París que todo lo compensa, el del presuntuoso
Hemingway, ligado, en mi caso, a los sueños de libertad cultural, de
costumbres, de modos de vida, frente a la dictadura franquista y también a lo
que supuso la ciudad para algunas de las estrellas de mi paraíso lector,
Benjamin y Baudelaire, por encima de otros de sus habitantes: "Paris
was always worth it and you received return for whatever you brought to it. But this is how Paris was in the
early days when we were very poor and very happy” (A
Moveable Feast).
Pero la tradición quejosa de la capital francesa tiene
también honda raigambre y no solo entre los estudiantes españoles, añorantes
del buen trato que reciben en casa de sus padres. Vila-Matas, por ejemplo, entre veras y bromas, se quejaba así
de ella: "Cuando mi padre quiso saber por
qué había vuelto, le dije que era porque me había enamorado de Julia Grau, y
porque además en París siempre llovía y hacía frío y había poca luz y mucha
niebla. Y es tan gris, añadió mi madre, supongo que refiriéndose a mí" (París
no se acaba nunca). Yo también soy gris, un siempre triste, como decía el
mismo Conte en Wanda, pero los días que
despierto del sopor y sueño con patrias acogedoras y paraísos terrestres, París
se me aparece con un nimbo
resplandeciente alrededor de su largo cuello, sus ojos pintados, su leve
sonrisa y su vestido ajustado, algo viejo, como su bolso, pero encantador.
Oigo reproches sobre la falta de compasión hacia otras
víctimas del terrorismo lejanas en el espacio, sobre la desatención mediática
hacia el atentado
de Beirut, totalmente oscurecido por la masacre parisina, y no puedo evitar
sentir que me importa menos eso que aquello. Noto que la intensidad con que
vivo una cosa y otra es muy distinta, que entre una y otra hay la misma
diferencia que la que habría entre un robo en mi casa y en la casa del vecino.
Tengo poderosas razones familiares para seguir pendiente de París casi todo el
día, pero aunque no fuera así, no me avergüenzo de decir que me duele más una
cosa que la otra, por más que las dos me parezcan barbaridades. En fin,
cuestión de vida y destino, de afinidades electivas.
Place
de la République 1937 Photo Willy Ronis (Fuente)
Intento de entender qué lleva a alguien a disparar contra un
grupo de gente indefensa, factores históricos y razones ligadas a la condición
humana, también históricamente determinadas, un cóctel nauseabundo que, sin
embargo, emborracha a algunos. Lo que más me "conmueve" y asusta de
los asesinos es que sus crímenes son seguramente la expresión de un sentimiento
de superioridad, la muestra de una elección radical de vida ligada a
la pureza, producto de la desafección hacia una existencia, la de la mayoría,
que entienden como impura, insuficiente, anodina. Estos asesinos se redimen
matando. Por eso lo hacen, por eso no dudan, en eso consiste el fanatismo. Y ese vacio, spleen, ennui, claro, está manipulado por
otros: "Nella testa dei
ragazzi che hanno ucciso a Parigi c’è questo: un’incontrollabile irrazionalità
cui la fede religiosa estremista di uomini più maturi di loro ha dato un ordine
e una struttura coerente. Nessuno può facilmente estirpare queste idee dal
cervello di chi le ha sentite ripetere incessantemente e con la forza che
deriva da un’autorità religiosa, o ritenuta tale" (M.Belpoliti).
Los escenarios del crimen de París son la quintaesencia de lo que los asesinos
desprecian, de la existencia de la que reniegan, muchas veces como conversos,
lugares de ocio, de diversión, música, de entretenimiento, ligue, consumo de
alcohol y tabaco, son la antimezquita radical, sitios de perdición. Como dice el
comunicado de reivindicación de los atentados, París es Gomorra y el
Bataclan un lugar de depravación, punto de encuentro de "centaines de
idolâtres dans une fête de perversité" (Comunicado).
Elorza tiene razón, no estamos frente a una mera cuestión religiosa en
términos generales, que podría llevarnos a una condena cuando no persecución de
todos los creyentes del islam, sino ante una corriente ferozmente integrista:
"El problema reside en que si bien el islam no es terrorista, insistamos
en ello, el yihadismo, y como culminación suya el Estado Islámico sí son una
versión ultraortodoxa del islam.
Pero volvamos a París, a la ciudad que mañana lunes volverá a sus rutinas,
recordando el lema de su escudo: Tocado
pero no hundido
París, Plaza de la República. Fuente de la imagen
Y recordemos la hermosa canción escrita por Jacques Lanzmann y cantada por un J. Dutronc inspirado, Paris
s'éveille, Paris s'éveillera demain matin, un canto al derecho de cada
uno de ir y venir por donde y como quiera, a la hora que le plazca, una canto a
la libertad y a la vida común, con sus licencias y benditas anomalías, todo
ello dentro de los valores de la L, I (E, en francés), F, los valores
republicanos, claro:
Je suis le dauphin de la place Dauphine
Et la place Blanche a mauvaise mine
Les camions sont pleins de lait
Les balayeurs sont pleins de balais
Il est cinq heures
Paris s'éveille
Paris s'éveille
Les travestis vont se raser
Les stripteaseuses sont rhabillées
Les traversins sont écrasés
Les amoureux sont fatigués
Il est cinq heures
Paris s'éveille
Paris s'éveille
Le café est dans les tasses
Les cafés nettoient leurs glaces
Et sur le boulevard Montparnasse
La gare n'est plus qu'une carcasse
Il est cinq heures
Paris s'éveille
Paris s'éveille
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