Send me a postcard, darling
Los años son paladas de tierra ácida sobre las emociones comunes. Tampoco ayuda el cambio de costumbres, qué caray, que por mucho que se diga no es lo mismo un email, un guasap o un mensaje de fesibuq que una carta sellada, con o sin remite, escondidita en su buzón, tal vez con ese grave membrete de los sobres internacionales, franjas de colores que recuerdan a los reclamos de las barberías antiguas. No es lo mismo, me digo, no puede ser lo mismo, un pitido sonoro que anuncia un devaluado mensaje en el tranvía, mientras desayunas o cuando estás a punto de quedarte frito, que intentar sacar del buzón, con los dedos metidos en la afilada ranura, hasta los nudillos, las falanges como patolas gesticulantes en el negro vacío, aleteos de mendigo de amor, un sobre en septiembre, después de lo que había pasado en agosto. ¡Ah, cómo añoro el tiempo aquel cuando todavía no tenía las llaves del buzón de casa de mis padres!…Pero basta, que a lo mejor si que es lo mismo, por lo menos la espera, el anhelo, el ensueño.
Lo cierto es que hoy ya solo recibo cartas de los bancos, cada vez menos, del Ayuntamiento, de la ITV, de Yves Rocher, muchas, pero la emocioncita de abrir el buzón no la he perdido. Casi no me queda la de la llamada telefónica, el sobresalto del rinrín, aunque todavía se me corta un poco la respiración, porque puede ser el aviso de que la felicidad puede estar en otra parte, de que la fortuna puede haberse acordado de mí, de que por fin alguien se ha dado cuenta, quién sabe. La emoción del buzón es de las pocas ridiculeces que conservo, a la vuelta de vacaciones, el lunes por la tarde de regreso del trabajo, los sábados, porque sé que hay correos no convencionales.
He aquí unas cuantas cartas de las de antes, escritas a mano, a máquina convencional o a máquina eléctrica, de vario tipo.
(Fuente de las fotos y la información)
En 1970, David Bowie tenía 24 años y se encontraba en un momento particularmente feliz y productivo de su carrera Esta es la carta que escribió a Bob Gace, amigo suyo y productor musical.
En 1945 el niño Dennis Helms recibe en Washington esta carta de su padre, Richard Helms, agente de la OSS, el servicio secreto americano durante la Segunda Guerra Mundial. El membrete es el de Hitler.
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