miércoles, 10 de junio de 2015

Viejas cocinas, el sitio donde mejor se está

101317615-f27b56af-0b25-4a8f-8c6c-883795b6fbf7(Fuente de la imagen)

Premisa: olvidarse por un momento de que la cocina es el escenario privilegiado de la desigualdad entre el trabajo doméstico de hombres y mujeres

En las teleseries inglesas de ambientación victoriana, la señora de la casa se planta en la cocina, downstairs, con cualquier excusa, y el señor, muy a menudo, se pasa por allí con la de recordar algo a alguna joven criada o criado; en las teleseries de ambientación franquista, las escenas de peso, donde se cuentan las confidencias, es en la cocina. La cocina es donde,  a primera hora, las parejas que conviven se ven de verdad la cara, que si es de perro es difícil ocultar hasta el final del desayuno, la cocina es donde los padres son recriminados por sus hijos, que les dicen que no saben comer o beber, que se sientan mal y cosas así. La cocina es, en definitiva, el lugar clave de las casas. Por exceso o por defecto, revela la vida familiar y a un buen psicólogo le basta un vistazo a ese cuarto de la casa para diagnosticar el grado de neurosis, el nivel de soledad y hasta la posibilidad de tragedias domésticas.

El desarrollo de la industria del mueble basado en virutas, el llamado mueble modular, combinado con el pretencioso diseño,  ha acercado las cocinas a laboratorios de análisis clínicos, pero apenas ha conseguido quitarle peso como corazón, cerebro y pulmón del hogar. De hecho,  los combinados de salón con cocina incorporada, en sus distintas variantes, esconden la pretensión de tener una buena idem, grande y acogedora, como si se quisiera quitar al salón su seriedad, su frialdad sanitaria. No es solo  cuestión de comodidad lo que lleva al éxito a esas propuestas de distribución del espacio, sino más bien el intento de que no exista un salón como tal, porque ahí uno siempre se siente un poco un invitado y ya se sabe que, a partir de cierta hora, los huéspedes producen incomodad. ¡Qué alegría nos dan los invitados cuando se van!, reza el dicho, y cuando el invitado es uno mismo, la única solución que queda es irse a la cama a perder la conciencia hasta el día siguiente, huyendo del salón, pero pasando por la cocina para llenarse un vasito de agua fría, de leche, para aclararse las manos, para controlar que ella sigue allí, para cerrar la ventana, mirar si en cubo de la basura está cerrado, apagar el piloto del friegaplatos. Todas esas cosas no se hacen si no media el amor, las ganas de dar una especie de beso de buenas noches… a la cocina.

(Fuente de las imágenes)

101317716-a81a3f97-e980-463b-b5d8-671f80b28649

100350621-165105a4-f7af-4f1f-8c67-a7c0f3424431

100350702-2c6085cb-b42b-4948-9658-62b165304253

101812366-211b9e51-0b1d-41c1-bc47-56d5fde78c56

100351115-21fe8d88-8a71-4f0d-98d9-69df48ccd84f

100351353-64c3fdc2-d07f-4da3-a79a-3d337c8b324e

100351252-078cc452-77aa-4482-9481-2ce679211acb

100352089-c48df198-bb05-4a38-8883-c93c0f8f0c1f

100351966-92c4794e-ec8f-4f1b-adb8-f710ef3b1837

101317122-c8296500-6281-4848-833f-411a9377a1f9

101316990-282c117d-0379-4439-8fb0-55153bdb37bd

No hay comentarios:

Publicar un comentario