Marilyn Monroe es sólo una idea, un’idea come un’altra, como decía P. Conte de Génova. Una vez tuvo un cuerpo, una mirada y una voz deseados, que volvieron locos a quienes se cruzaban en su camino, pero era porque a través de sus ojos se le clareaba la idea, la mejor idea que nadie nunca tuvo. Quienes compartieron su vida con ella fue porque estaban convencidos de que se acostaban con la idea hecha carne, una ocurrencia digna de las mejores mitologías, pero en los EEUU de hace 60 años. Lo malo fue que detrás de la idea de la felicidad había una mujer de carne y hueso. Su grandeza y su condena consisten en haber unido la religión de los sin dios, la fe de los seguidores de la promesa de un sueño, a un cuerpo vulnerable, haberla unido hasta el punto de que, viendo algunas de sus fotos, no parece que puedan vivir una cosa sin la otra.
Después de muerta, la idea no quiso abandonar su recuerdo y siguió viviendo en decenas de recreaciones, reliquias, encarnaciones, fotos en blanco y negro, fotos en color, leyendas hagiográficas…
(Fuente de las imágenes):
Mariano Franzetti
(Fuente de las imágenes):
Mariano Franzetti
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