1er novembre
Moments où je suis “distrait” (parle, au besoin plaisante) – et comme sec – à quoi succèdent brusquement des émotions atroces, jusqu’aux larmes (R. Barthes, Journal de deuil)
Qué curiosa relación se establece entre la pena profunda y la emotividad momentánea. A veces, cuanto más opaca y ensimismadora es la primera, menos tiende a manifestarse la segunda a través de las fisuras cotidianas que nos produce el recuerdo, esos arrebatos incontenibles de dolor que nos hacen saltar las lágrimas al hablar de quien se ha ido. Otras, todo se convierte en ocasión para la ruptura del equilibrio, del tono medio en el que uno tiende a moverse, pero resulta difícil concentrarse en el sentimiento de fondo, conectar con él. Y entonces, pero al contrario, porque son como alfilerazos de dolor y no de placer, te pareces al goloso que sin verdadera hambre no deja de picotear bombones.
Desaparece durante unos días la emotividad exasperada – ya he comprobado que vuelve cuando menos lo esperas – y queda adormecida la pena profunda, el bajo continuo del dolor silencioso. Parece entonces que todo adquiere un nuevo tono, menos luminoso, pero que invita a una reflexión profunda. Es una buena manera de ir ordenando los acontecimientos. Las pérdidas, si bien llevadas, hacen ponderar lo esencial de la vida. Sin embargo, no es ese el terreno en el que te mueves todavía. Aún añoras llorar. Tienes más ganas que necesidad y solo la emotividad repentina abre la puerta a esos momentos que no encajan bien con el mar de fondo, como si hubiera demasiada distancia entre las dos cosas.
Es, sin embargo, al llegar la tarde cuando sientes la ausencia de esa espina rutinaria en la que se había convertido la llamada diaria, sin respuesta casi al final, quizá sin escucha también. Alguien me dijo “has perdido la cupulica”. Más que eso era una indicación permanente, a veces, rechazada, escamoteada, esquivada; otras, seguida al pie de la letra, punto de llegada tras inútiles vueltas y vueltas.
Mio caro amico:
ResponderEliminarLa pena y las pérdidas vienen y van como las olas del mar. Deseamos la violencia, lo incontenible de la furia de las tempestades y de las aguas y a veces las pleamares vienen planas y sedosas, como sin venir. Otras veces desearíamos pasear sintiendo la arena y viendo deslizar los recuerdos, sedosos, lentos, imaginados y recoloreados, mas sin embargo, el viento y su violencia le quitan emoción a la experiencia.
El duelo es dolor, también paciencia y ausencia. Lo que el tiempo hace es amortiguar el dolor, suavizar la ausencia y fiar en la paciencia la superación de las experiencias. Nada nuevo que contarte. La vida sigue y los quedamos andamos con un cuchillo en el corazón que adorna nuestro pecho, pero que cuando se mueve sangra.
Por si te resultara curioso, comentarte que en chino el carácter de paciencia se representa como un corazón atravesado por un puñal. A veces en oriente saben más de lo que nos dicen y lo tienen tan a mano...
Abrazos cariñosos, amigo
Otro abrazo, Andrés
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