martes, 11 de marzo de 2014

11 M. En la orilla (R. Chirbes) y 11M, pasado y presente (A. Elorza). Análisis y literatura. Medio reedición de entradas.

Reseña de En la orilla

El omnívoro pulso narrativo de R. Chirbes, cuyos personajes se mueven  con una linterna minera que ilumina la realidad, apunta durante unas páginas al 11 M en su última novela, En la orilla (Anagrama, 2013), con la que, por si a alguien esas cosas le hacen aumentar el apetito, se hincho a ganar premios y a recibir loas. He aquí unos extractos que ponen de manifiesto, entre otras cosas, algunas consecuencias del atentado, la diversidad de reacciones que se produjo entre los musulmanes que vivían en España. La lectura de esta literaturización de aspectos de lo que ocurrió entonces debería realizarse quizá al mismo tiempo que la del análisis a mitad de camino entre lo periodístico y lo académico. Ejemplo de esto último podría ser el artículo de ayer de A. Elorza en El País (enlace). La lectura de ambos textos lustra cómo la literatura, para quien es sensible a ella, partiendo del caso concreto, es capaz de transformar lo personal en una verdad de interés general que se percibe con mayor fuerza que cuando es presentada a través del análisis despersonalizado. La islamofobia, la diversidad de puntos de vista entre los creyentes en Alá sobre los atentados, el influjo de las precarias condiciones de vida sobre quienes se radicalizaron hasta extremos criminales, todo ello está presente tanto en Chirbes como en Elorza, pero el discurso de uno queda en el recuerdo más hondamente que el otro. Quizá, la cuestión tenga que ver con lo que Aristóteles decía de la poesía en relación a la historia, que la primera es más verdadera que la segunda por su poder para concentrar lo múltiple en lo típico, o quizá tenga que ver también con la emoción, el ingrediente que potencia el recuerdo. En el caso del artículo de Elorza, la emoción que transmite el texto radica más en la cuestión del ya lo dije entonces y bastantes disgustos me ha causado que en el resumen de los hechos, en la formulación del estado de la cuestión, en el caso de Chirbes,  toda las cuestiones tienden a hacerse carne, a presentarse a través del detalle que produce una explosión de significado.

 

26 de diciembre de 2010

“…desde que se produjeron los atentados de 2004 en Madrid, levanta sospechas cualquiera que venga de Marruecos (la mayoría de los que se supone que pusieron las bombas fueron marroquíes) y tenga algo que ver con el islam y el islamismo. Ahmed piensa que los propios marroquíes colaboran en aguzar esa desconfianza y en dificultar las cosas. Sus amigos albañiles, que unos años antes bebían, fumaban y compartían porro con los españoles de la cuadrilla en la que trabajaban, se declaran practicantes, rechazan ofendidos la litrona que circula en la comida del mediodía, y, al concluir la jornada laboral, no entran en el bar (…) Burros y locos, los llama Ahmed. Moros y cristianos sólo entran en contacto para ver quién da por culo a quién…

Abdeljaq celebró las bombas de Atocha. Dijo que la cara de Allah se veía con más claridad en el cielo. Hizo sus abluciones, rezó mirando a La Meca, y cocinó un mechui de cordero que se tomó vestido con gandora blanca. Miradla, decía señalando la pantalla de la televisión mientras chupaba del cigarrillo de hachís, está ahí, la sangre infiel. Bismillah. En la televisión, hierros retorcidos , individuos que caminaban cubriéndose la cara con las manos ensangrentadas. Ahmed criticaba a Abdeljaq cuando se quedaba a solas con Rachid: ¿ves? Los nazarenos ya no nos necesitan, así que de los primeros que prescinden es de nosotros, que somos los que les ponemos las cosas más difíciles. Prefieren quedarse con los colombianos, con los ecuatorianos. Abdeljaq blasfema. ¿Cómo puede creer alguien que está viendo el rostro de Allah? es la blasfemia más grande que puede proferir un musulmán. Pero a Abdeljaq se le iluminan los ojos como si de verdad estuviera viéndola. Una cara feroz y satisfecha. Habla igual que un predicador fanático, profeta de la venganza (…) Ahmed argumenta: ¿es que no hay musulmanes ricos? Todos esos jeques del Golfo? ¡Y acaso los musulmanes ricos no son aún peores que los cristianos ricos (…) ¿Y qué me dices de los jedives turcos?. ¿Y nuestros reyes?, ¿o no estamos aquí porque el difunto Hassan y su hijo Mohamed y su familia nos han echado de casa? Servimos a los perros cristianos, porque los nuestros están aún más rabiosos, nos clavan los dientes más hondo. Aquí nos tratan como a criados, allí nos han tratado como esclavos (…) ¿Tú crees que Allah bendice a esos ricachones de Fez o de Marraquech que vuelven de la Meca haciendo sonar panderos y tocando el claxon de su Mercedes importado para que toda la población vea que son lo suficientemente poderosos para haber hecho la peregrinación y poder llamarse haj? (…)¿Es que en el cielo de Allah también habrá ricos y pobres, gente que va en Mercedes y gente que limpia los retretes de otros? ¿Qué mierda de religión es ésa? ¿Es eso el islam? Abdeljaq, te aseguro que esos peregrinos entrarán en el infierno antes que los cristianos. Que no te quepa duda” (p.15-19).

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