“Tú aprietas y nosotros nos ocupamos de lo demás”. Ese fue el eslogan ideado por George Eastman (1854-1932) para lanzar la primera cámara fotográfica para aficionados, diseñada por él mismo. El eslogan evoca el sueño de buena parte de la industria y de la tecnología, la sencillez y la rapidez en el manejo de los aparatos y la obtención de un resultado atractivo, a través del simple acto de apretar un botón que desencadena un proceso invisible, complejo, efectivo, del que poco sabemos, salvo el resultado deslumbrante. En el lado contrario de quien se deja seducir por el automatismo de cadena de váter, está el aficionado que busca controlar cada fase del proceso, que prefiere intervenir en cada uno de los momentos, porque es capaz de hacerlo o porque se resiste a esa dosis de alienación que comporta necesariamente el uso de la máquina cuyo funcionamiento nos es ajeno. Tal vez, únicamente el primitivo palo no produjo neurosis a quien lo blandía. Supongo que con el arco empezó ya la melancolía del usuario desdoblado, aunque también el entusiasmo del comprador fascinado. Ah, qué tiempos tan remotos aquellos en los que el hombre era dueño de sus manos y todo cuanto hacía no dañaba su integridad, su fusión con el entorno. Son los tiempos postreros de la edad de oro de la poesía, con Hölderlin a la cabeza, aunque lo pagó caro. Después, todo fue decadencia, hasta acabar en los extremos que Chaplin caricaturizó en Tiempos modernos.
Bueno, pues de esos tiempos modernos es esta cámara, que cumple 125 años y que pesaba más o menos un quilo. Hacía unas cien fotos ovaladas y el carrete no lo extraía el usuario, sino que dentro del aparato debía ser mandado a la fábrica para su revelado y sustitución por otra película.
Ahora, Flickr publica una selección de las primeras imágenes tomadas con aquella. escojo aquellas que están ligadas al agua, que son la mayoría. Quizá esa presencia del agua expresa una añoranza por la naturaleza, aunque es verdad que, de igual manera, muchas otras fotos son producto de la fascinación por la máquina fruto de la revolución industrial. Ah, también hay animales de circo, otro emblema de la fuerza domesticada. En medio aparecen las escenas domésticas, en cuevas burguesas que sirven para ensimismarse en la lectura. otro síntoma de que se había dejado, en parte, de mirar al mundo para parar a mirar en propio ombligo:
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