lunes, 19 de marzo de 2012

El mejor halago en la crítica peor intencionada. Con Miró todas las mañanas son la mañana del día de Reyes.

Joan Miró, sap la manera de seccionar limpidament el rovell d’un ou, a fi de poder apreciar els curs astronòmic d’una cabellera, Dalí (Citado por Combalía, Victoria, El descibrimiento de Miró, Ed Destino, p. 83)

Todavía se oye a los padres que han estudiado en escuelas de negocios decir que sus hijos son capaces de hacer lo mismo que Miró. Algunos lo dicen quitando mérito al chaval, “…pero, si hasta mi hijo de tres años sabe pintar mejor”. En los comentarios de otros managers se trasluce sobre todo la envidia que sienten por los altísimos precios que han alcanzado los monigotes coloreados del artista, unos precios que las leyes de mercado que estudiaron no aciertan del todo a explicar. En realidad, de lo que se lamentan los papás es de que el hijo haya salido a ellos y en vez gestionar fondos de inversión no sea un verdadero mago del mercado, de los que confirman la regla gracias a la excepción, haciendo multiplicar por millones el valor de coste en relación al valor de mercado, como Steve Jobs, pero a lo bestia. Eso pasa con los cuadros de Miró, que fue el rey Midas niño salvaje e inocente. Ni siquiera tuvo que estar peleándose con unos y con otros o estudiando a Freud como Dalí, el por momentos relamidísimo Dalí, hoy lejos del top ten y hasta del top fifty artístico. La obras de Miró además ni siquiera se hicieron en Nueva York ni llevan tanta cantidad de pintura encima como los Pollocks, algo que, puestos a pensar en el precio final, puede calmar la desazón de algunos, porque el acrílico ha subido una barbaridad.

Lo que pasa con Miró es que cuanto más lo miras más vida ves en él, como si las telas estuvieran siempre frescas, con un eterno latir ensimismado, pero pegadizo. Hay en él esa verdad de quien solo dice lo que no puede dejar de decir, como si lo pintado no precediera nunca al sentimiento y el trazo remitiese sin demoras a la emoción sin la cual no se puede concebir o se convierte en retórica. Cuando en un museo uno se esfuerza por encontrar los restos de vida que que pueda haber en una tela, el aguaducho de Miró ofrece  frescor a borbotones, a delicados borbotones algo que no es posible sino a través de él, suma frescura en ingente cantidad, bestialmente delicado, infinitamente sincero, magistralmente radical.

Si el arte es el domingo de la vida (Baudelaire), con Miró ese domingo es además día de Reyes para viejos niños.

Miró!, Poesia e luce. Chiostro del Bramante, from 16/03/2012,  to 10/06/2012

              

                  

(Fuente de las siguientes imágenes):      

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   Femme dans la rue, 1973

              Roma, la mostra di Miró al Chiostro del Bramante

  Sin título, 1978

                Roma, la mostra di Miró al Chiostro del Bramante

Oiseaux, 1973

          Roma, la mostra di Miró al Chiostro del Bramante

       Sin título, 1978 ca.   

           Roma, la mostra di Miró al Chiostro del Bramante

Sin título, n. d.

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