Este próximo lunes, a las 20:00, en la Fnac de Plaza de España, Antón Castro, el inquilino más activo del poliedro cultural zaragozano, presenta El monstruo del lago soledad, el nuevo libro de José Orna:
Orna, José, El monstruo del lago soledad, Zaragoza, Latas de cartón, 2010.
120 páginas, 17 euros
Se trata de la narración, ilustrada con recortes casi todos nuevos, de una zambullida en los paroxismos de la soledad, pero no de la soledad querida ni siquiera de la soledad a la que acabas resignándote, sino de la soledad con la que uno se da de bofetadas, de esa en la que te precipitas a través de un agujero negro, como el de Alicia:
A veces,/Sin saber por qué/ se abre un gran agujero/ en el que no puedo evitar caer/ La caída es rápida/de esas en las que sientes que el corazón ya no está en su sitio/Y allí estoy yo de nuevo/sumergiéndome en las aguas del lago Soledad.
Tres recortes para ilustrar las variadas situaciones propicias al resbalón y otros tres recortes para ilustrar el viajecito hacia el fondo del infierno, sin casi tiempo de coger aire y apretarte las narices. Todo tan deprisa que se diría que el buceador solitario tiene el subconsciente en carne viva, como casi todos, y que basta una chuche amarga para tumbarlo. Después, en el submundo, Orna se recrea en variantes del estado doliente, al servicio de unas abundantes ilustraciones que se mantienen en un tono medio alto de calidad, entre síntomas físicos, psicológicos y mediopensionistas. Lástima que a veces no se note casi que son sus recortes, porque las fotos impiden apreciar el lado artesanal del trabajo, su pericia con el cutter .
Yo conocí a un terapeuta que me dejaba llegar hasta la sima de los distintos lagos negros que visitaba a menudo. Decía que son cosas que a veces pasan, aunque las frecuencia de mis saisons dans le enfer empezaba a preocuparle. Después insistía en que había que rebotar hacia arriba inmediatamente, hacía la alegría. Ja, ja, tenía que haberle dicho yo o haberle leído el cuento de Orna para que supiera más de la amplia y variada gama de estados densos o delicuescentes que sufre quien no quiere eso, estar así, pero es incapaz de evitarlo. Vamos a llamarlo así, eso, estar así, para que nadie lo confunda con la soledad sobre la que que habla Rousseau ni con misantropías ilustradas, con singles voluntarios o con estados maduros del alma. Estar en el lago tiene más que ver con aliens interiores, con facetas de uno mismo de difícil digestión y peor olor. Aunque, para qué nos vamos a engañar, con los años, cuando uno comprende que debe convivir con ellos y hasta darles de comer para que no te devoren, también acepta que los monstruos tienen su punto de interés, un punto en el que Orna no se ha parado, por cierto.
Pero todo pasa y José de nuevo lo ilustra con primor. Tras la inmersión sin bombonas de oxigeno, se sale a la superficie entumecido, con restos de melancolía entre los dientes al principio, pero con unas progresivas ganas de quedar con alguien, de hacer fotos, escribir entradas en el blog, pensar en futuros talleres. También esto lo ilustra el libro. Hasta que al gato sin sombra le de por nublarnos la mirada otra vez.
Me permito invitar a esta presentación, en nombre de la Lonely hearts club band, a quien goce de un corazón propicio a las caídas, para que disfrute con las ilustraciones expuestas viendo volar tímidamente a Orna entre cenizas volcánicas con un brillante cutter en ristre detrás del dragón.
Distintos momentos de la consecución del record en apnea por parte del atleta zaragozano Orna:
Cayendo y cayendo/hasta que no encuentro más aire/Y el pecho me duele
Sino monstruos que me asustan.
Allí le doy la espalda al mundo y a mí mismo.
Desaparecen los monstruos
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