miércoles, 27 de enero de 2010

Rincón de las anécdotas. Exámenes orales

Los exámenes orales a veces me resultan muy difíciles de hacer, no tanto de preparar como de ejecutar. Me ocurre que en los monólogos, que son más bien breves discursos del tipo de los temas de oposición, pero sobre cuestiones banales -huimos de la densidad como los gatos huyen del agua (quizá para no discriminar, quizá para no ponernos en evidencia- me ocurre, digo, que me pongo a hablar y acabo robando la palabra al alumno, que poco a poco me cede el protagonismo hasta a veces enmudecer. En los malos días, pienso que sufro de narcisismo, en los buenos, que me gusta debatir, convertir la situación en algo parecido a la realidad, esa en la que dos personas hablan sobre algo, porque cuando habla uno solo tanto tiempo con tan poca chicha disertadora como la que solemos escuchar le toman por loco o charlatán. Pero es que, por otro lado, de eso se trata precisamente, de asumir con corrección el papel de charlatán, porque, monólogos de tres minutos son, por suerte, excepcionales en la vida ordinaria. Los examinadores nos fijamos más bien en la forma, en la capacidad para construir con mediana corrección un pequeño edificio lingüístico, sin parones y con cierta agilidad. A veces, una apariencia de soltura nos basta, como si no fuéramos conscientes de que cuanto más denso es el contenido más difícil es de mover con ligereza. Y es que los exámenes de lenguas extranjeras son un canto a la banalidad, una antología del tópico. Los que cuenta es el cómo lo dice, no qué se dice, porque lo que se dice aprender cosas, en nuestras clases se aprenden pocas, quizá por eso los alumnos tienden muy a menudo a tomar la propia como la madre de todas las lenguas, porque derivamos hacia un juego de formas en el que el vértigo del conocimiento, los contenidos, con su inercia positiva, no se imponen sobre la forma.

El caso es que el otro día, en mi examen trimestral, el alumno en cuestión, una persona de cierta edad, no pudo resistirse a hacer consideraciones serias sobre la ciudad de Roma y además en un alarde de conocimiento quiso envolverlas con un ropaje a la altura de la ciudad eterna. Empezó hablando del Papá, derivó hacia Jesucristo, de ahí paso a los cuatro judíos más importantes de la historia, y cuando dijo que eran el citado Jesús, Marx, en ámbito político social, y Einstein, por lo que se refiere a la ciencia, yo no pude resistirme ante la injusticia y dije, siguiendo por cierto, como he visto después la opinión de decenas de sitios web , que faltaba Freud. la cosa no pareció agradarle, quizá porque otras tantas páginas web presentan otros hit parades de importancia distintos. Después , he seguido dando vueltas al asunto, y me reafirmo en que por lo que a mí respecta Freud debe estar en la pomada. Casi nada que tenga que ver con el interior de las personas, con su carácter, pasiones, dudas…, puede interpretarse sin un trasfondo, más o menos intenso, más o menos ortodoxo, freudiano. A menudo, soy incapaz de participar en conversaciones en las que tópicos como la neurosis, la histeria, las manías, todo con un inequívoco velo freudiano, mediaticen mis opiniones. Pero es más, mimo mis pulsiones, soy medianamente consciente de los vericuetos de mi subconsciente, mi super ego me tiene a raya, y para qué les voy a hablar de mis sobreactuaciones si no conocen mis complejos.

Después del examen me acordé de un hermoso texto de F. Savater sobre la cuestión, hermoso y clarividente, porque sitúa la figura del gran psicólogo en un ámbito tan amplio como para poder hablar de él en términos de dignísimo heredero en parte rebelde de la gran tradición humanista y racionalista. De Jesús y Marx no digo nada, que, sobre todo al segundo, lo tengo en un pequeño altar que descuido a menudo, y de Einstein sé poco. Leí la vieja introducción al personaje de D. Font y la más reciente de Fernández Buey, y he oído que hasta los móviles existen en parte gracias a él. No sé si reprochárselo o agradecérselo. Desde luego, a fin de mes, maldigo su nombre en euros. Pero, he de reconocer que soy casi analfabeto en temas científicos. savi1defsavi22def

savidef Savater, Fernando, Diccionario filosófico, Madrid, Planeta, 1995, La voz Psicoanálisis ocupa las págs. 296-303.

7 comentarios:

  1. "Hice un curso sobre lectura rápida y leí Guerra y Paz en veinte minutos. Creo que decía algo de Rusia" (Woody Allen). "He disfrutado mucho con esta obra de teatro, especialmente en el descanso" (Groucho Marx). Si aun así estas dos píldoras no le sirven de ayuda para distanciarse, que pruebe con la última peli de los hermanos Coen.

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  2. Bueno, antes de ver el comentario ya venía con intención de descargar la suerte, pero aún así no sé si lo he conseguido. Al final, con tanto corte, copia y pega me ha costado más el trabajo manual que ese otro que insinúas.

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  3. Melmoth, tú te acuerdas de Einstein cuando te pasan la factura del móvil. Yo, de Freud y de su teoría de las pulsiones cuando los tocaculos de autobús me atacan. Eso sí, les paso su pulsión al nivel de consciencia rápidamente con las flores que les echo bien en alto.

    Debo de ser la única que se atreve a hacerlo, porque no creo que sea la única a la que se lo tocan, digo yo.

    ¡Juro que al próximo le suelto una bofetada en plan Gilda, no me reprimo!

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  4. Los tocamientos de culo en los medios de transporte público (esperemos a ver cómo va la cosa en los tranvías) no tienen que ver sino tangencialmente con las pulsiones; son, más bien, apetencias parecidas a las que llevan al paseante que vuelve a casa a comprarse 75gr. de anacardos para calmar lapetiteanxieté , mezcla de apetito, ansiedad y pequeño verano. La pulsiones de las que habla Savater,siempre tan gracioso, son cosa mucha más primaria, inevitable, como las mareas, como los solsticios. He de decir que lo malo de los autobuses y lo que me distancia profundamente de los tocadores es que es difícil apreciar la calidad de la materia en tan cortas distancia y con tanto frenazo que hasta debe haber un síndrome hospitalario: algo así como luxación de muñeca en acto de tocamiento. Por cierto, ¿se podrá denunciar a la compañía por la brusquedad en la conducción, tan contraria a los ritmos lentos que exigen las maniobras prohibidas?

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  5. Allen, G.Marx, los Coen (2 más) y L.Cohen es mi full hebreo. ¿A ver quién me lo discute? Estuve en la casa de Freud en Viena y tenía un olor algo rancio.

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  6. Pues un olor muy persistente debía exhalar, quizá por la pipa que fumaba, porque se fue a vivir a Londres, huyendo de los nazis.

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  7. Al full quizá podías añadir a salinger, que acaba de palmar

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