Por razones que no vienen al caso, llevo casi todo el verano trabajando, y no creo que a partir de mañana, primer día después de las vacaciones, lo vaya a hacer más. Pero una cosa es trabajar en casa y otra muy distinta tener que sujetarse a horarios impuestos, a actividades rutinarias, a tiempos muertos indeseados, pasar lista, fotocopiar exámenes, dar instrucciones una y otra vez.
Mañana daré un pequeño grito de horror y después, como buen chico cumplidor, me resignaré, cumpliré, intentaré ser amable sin sobreactuar, flexible con las peticiones, etc., pero al llegar a casa, si me quedan las fuerzas, será cuando cuando disfrute de verdad trabajando, preparando clases, intentando poder estar al cabo de pocas semanas a la altura de lo que espero de mí, que la exigencia, como la procesión, va por dentro.
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