martes, 19 de noviembre de 2013

Baño. Bebés, entre futuro y pasado.

Unos cuerpos son como flores,
otros como puñales,
otros como cintas de agua
(L. Cernuda)

 Dicen que venimos de organismos que vivían en el agua, que para llegar hasta lo que hoy somos debimos sacudirnos las gotas, quizá secarnos al sol, y empezar a andar sobre tierra firme. Así, cuando nos bañamos miramos atrás, a un pasado larvario muy lejano, hacia zonas que, como ocurre con la primera infancia, no recordamos, pero marcan indeleblemente nuestra vida. Nuestro pasado anfibio está vivo en nosotros de la misma manera que los acontecimientos sobre los que se asientan nuestros gustos, nuestras pasiones, nuestras neuras, buena parte de lo que al fin y al cabo nos hace ser felices, desgraciados o las dos cosas al mismo tiempo. Quizá por eso  el agua, mucha o poca, la que pasa por la garganta, aquella con la que nos lavamos la cara, la que nos cala  los zapatos en los días de lluvia, la que nieva sobre nuestra mano, nos transporta, nada que estemos receptivos, a  a momentos que huyen del presente para proyectarnos en esferas intermedias, ensoñadas. Es como si el agua tendiera a diluir los límites del tiempo, la plena incorporación a la rutina diaria, aunque muchos usen la ducha  como prólogo de la batalla diaria. Dice Benjamin en Dirección única que quien está en ayunas habla del sueño como si estuviese en sueños”. Algo parecido ocurre con quien está mojado, que vive su presente como con un pie en el pasado, pasado por agua.


2 comentarios:

  1. Jo, en un momento dado casi se le ahoga uno, maño!! qué susto!!
    Qué bonito...

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  2. El caso es que por momentos da angustia ver el baño y lo poco que parecen disfrutar los gemelos.
    Saludos y gracias por el comentario.
    Javier Brox

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