Concurso de videos sobre los variados motivos que pueden llevar a un ser humano a estudiar en la E.O.I. Lee las bases, participa y gana uno de los tres premios de 100 euros en juego en el próximo Octavo Congreso de las Escuelas Oficiales de Idiomas
Muchos lo hacen por un especie de presión atmosférica, ya se sabe, hay que
saber lenguas extranjeras y a aguantarse toca; otros, porque siempre quisieron
poder decir mon amour con un mínimo de garantías de que iban a
ser entendidos. Alguno, quizá, para leer a los poetas, Hölderlin, Keats,
Leopardi, Pushkin, la sal de la tierra para los happy
few. Tampoco faltan los que lo hacen para
echar la tarde, que no se está mal en las clases, a nada que tengas suerte
te encuentras en buena compañía, y, además, algún profesor es verdaderamente
divertido. Un pequeño porcentaje, por otro lado, pasaba por allí, fue
matriculado por otros, no pudo resistirse a las últimas plazas de reserva, que
casi se subastan como pescado en la lonja… Ah, y me olvido de que tantos no
saben por qué lo hacen, pero lo hacen y no está mal.
Pero,
tarde o temprano, casi todos, incluso los más apocados, cuando empiezan a
superar los nervios, el descontrol, la vergüenza, acaban por sentir el placer de
hablar otro idioma, el gusto de sentirse distinto sin dejar de ser uno mismo,
ese ensanchamiento de la personalidad que se multiplica, se enriquece, se adueña
de nuevos matices y ve lo que nunca había visto antes, lo ve al hablar inglés,
francés, ruso, alemán italiano, español…Se puede viajar por el mundo a la luz de
una lámpara y mirando un mapa, con la imaginación, o viajar en sentido propio,
desplazándose a los lugares. Pero hay un tipo de viaje, interior y real al
tiempo, que solo se puede hacer cuando se habla otra idioma y se siente que las
lenguas cumplen el extraño misterio de ser una y miles a la vez, como nosotros
mismos.
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