Al concluir la guerra civil, la sirvienta que se hizo cargo de mí y de mis hermanos y nos cuidó con el amor y la solicitud de una madre, solía referimos la historia de un tal Quevedo, que, habiéndose bajado las calzas para defecar en un lugar público, de espaldas a los viandantes, fue sorprendido en dicha posición por un distinguido caballero italiano. "¡Oh, qué vedo!", habría exclamado éste con horror al contemplar el corpus deilicti, si se me permite la expresión, con las nalgas en la masa . A lo que habría respondido el español con mal oculto orgullo: "Anda, ¡hasta por el culo me conocen!" (Juan Goytisolo)
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