Visito de nuevo su blog y todo me lleva a pensar en un grupo de gente que comparte la inocencia de un juego colorista en torno a la actividad solitaria y también de grupo de hacer punto. Tan cándidos me resultan que no me sorprendería que un día le pusieran patucos a los inexistente pies de la Virgen del Pilar o le regalaran una funda para piano de mucha cola a la mujer del alcalde.
Busco en mis diccionarios de autor (Bierce, Savinio, Léon Bloy) una definición irónica sobre la inocencia, como para gritar al viento que a estas tejedoras les falta mordiente, una buena carga de profundidad crítica, que se me mueren de castas y de sencillas, pero después me doy cuenta de que la sonrisa que se me ha escapado esta mañana al ver los veinte o treinta metros de barandilla sobre el Ebro que preceden al Puente de Piedra enfundados en piezas de punto se debe sólo a eso, a la bendita inocencia del juego.
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