Totò a colori (1952) es la primera película italiana en color. Por lo que se refiere al argumento, es de escasa solidez, como ocurre en bastantes de las películas del cómico italiano, que a menudo son poco más que una excusa para que exhiba sus habilidades, no pocas, por cierto. Es muy frecuente que algo semejante ocurra con los cómicos, lo cual, superada la novedad, hace que al cabo de un ratillo, salvo contadísimas excepciones, acaben por cansarnos. Martes y trece, por poner un ejemplo, eran muy divertidos, pero superada la media hora y año tras año en Nochevieja se hacían patéticos y hasta ellos, que empezaban a auto parodiarse, debieron de caer en la cuenta. Solo los genios se pueden permitir sobrepasar la media hora de sobreactuación. Y ello en base a dos líneas de fuga. La primera consiste en construir una historia sólida, como ocurre con el Chaplin que ya no se ocupa de hacer solo sketches; la segunda, en la diversificación de los números: mimo, baile, canción, calambours, equívocos, una sucesión trepidante de sorpresas que solo acaba con The end. Es el caso, por ejemplo, de algunas pelis de los hermanos Marx. Totó, por su parte, dio lo mejor de sí mismo como actor y hasta como cómico, me atrevería a decir, cuando algún director le ató algo más corto, sin permitir que se enseñoreara de la escena por completo a través de sus innumerables recursos. Es el caso de Pasolini en Uccellacci e uccellini, o en el episodio La terra vista dalla luna (Le streghe). También se comportó como es debido y, al tiempo, con enorme gracia, en Guardie e ladri, de Steno y Monicelli, o como personaje secundario en I soliti ignoti, también con Monicelli. Totò a colori, de la que están sacadas las dos escenas de esta entrada, es una antología de números estelares. Por eso, casi quizá es mejor ver la película fragmentada, porque el argumento más parece una excusa para enhebrar los gags que otra cosa. En la primera de las dos escenas que recojo, Totò hace de Pinocho en una especie de danza en la imita a esta marioneta humana, o mejor sería decir que da vida a esta inolvidable criatura literaria.
En su ensayo sobre la novela del S.XIX, El mal absoluto, Galaxia Gutemberg, 2006, Piero Citati dedica a Pinocho una esplendidas páginas (384-397). Entresaco las siguientes líneas:
En el siguiente enlace está la escena completa sin el bis, aunque las imágenes son de peor calidad: http://www.youtube.com/watch?v=wF7ozFWF6kM&feature=related
Antes, en su viaje en pos del editor Tiscardi pasa por Capri, donde entra en contacto con la jet set, con veleidades artístico filosóficas, del momento. Casi me quedo con la jet marbellí de Gil y Gil. Allí monta este número (musical).