Durante muchísimos años, las obras de arte se producían en los talleres y en los estudios, pero en la era moderna y debido a la penosa tarea de esclarecimiento a que se ha entregado la artisticidad, solo podemos afirmar que una obra de arte es una obra de arte si se produce en una galería. Incluso, en ocasiones, podemos sufrir una confusión y tomar, por ejemplo, los útiles de limpieza de una galería por una obra de arte. No sería la primera vez que tal cosa sucede. (Azúa, Félix de, Diccionario de las Artes, Anagrama, 2002, p., 169)
Algo parecido a lo que Azúa dice de la obra de arte, que una obra de arte solo es considerada como tal si se produce en una galería, y el día del vernissage, digo yo, a ser posible, que es cuando los ojos de los críticos (mediáticos, a poder ser) pueden contemplarla para consagrarla después ante los demás a través de sus palabras, incluso ante quienes, presentes en el mismo vernissage, no habían caído en la cuenta de la epifanía…algo parecido, decía, a lo que ocurre con la obra, ocurre con el artista mismo, que solo es tal si logra producirse en los circuitos adecuados a sus pretensiones.
Pues, en un vernissage, a mi compi y a se nos ocurrió acercarnos a un artista en plena ebullición. Nos habían hablado de él como de alguien encantador, majísimo, creo que era la palabra más común cuando lo describían. Era un tipo con la obligación a cuestas de ser espontaneo, niño, libre y genial, pude notar al poco de conocerle. “Es que tiene mucho yo”, dijo después, cuando ya había pasado todo, una admiradora suya, y mi compi le contestó, “ya, ya, mucho yo, Yolanda, querrás decir mucho ego, aunque para el caso es lo mismo”.
Antes, nos habíamos acercado a proponerle que expusiera en el Rincón del Gato y dio la casualidad de que en el grupillo había una chica que había visto nuestra última exposición, la de los carteles de teatro griego y también la de María de la Pe, de hace unos meses. No hubo necesidad de explicar nada, porque la chica se hizo cargo de la faena de describir nuestro paredón. Habló del Rincón de Gato como de un sitio nada adecuado para las exposiciones, pero por el que pasaba multitud de gente, y lo definió como una ventana expositiva. Yo me mostré de acuerdo con todo lo que había dicho, entre otras cosas porque estaba sorprendido por la descripción y, sobre todo, por los términos, como de enterada, de quien está en el ajo, y es capaz de hablar al artista en su misma onda, con pocas y comprensibles palabras. Lo único que se me ocurría decir era, “eso, una ventana que es positiva”, y pensaba que el Rincón del Gato casi podía pasar a llamarse el Rincón del feng shui. Pero, como no quería llevar la situación a un calembour sin salida antes de que hubiéramos apalabrado a la figura, callé. Poco antes, a mi compi se le había ocurrido preguntar al artista si tenía obra suficiente para montar una exposición. Torpe pregunta, porque la respuesta fue que él era un profesional y que tenía obra no para una, sino para muchas exposiciones. Cierto hiato entre su festiva actitud anterior a la pregunta y el deje de acritud en la respuesta a mi compi, me hizo pensar que ya se sentía firmemente reconocido entre sus fieles y descendencia, pero que no le importaría recibir alguna otra caricia, porque se sabía merecedor de ella. No me fue del todo antipática, sin embargo, su respuesta, quizá por el candor que dejaba traslucir, a pesar de que el uso del adjetivo profesional delatara un mediocre gusto lingüístico y una curiosa concepción de sí mismo. Como si ser profesional de algo fuera de por sí un merito o una garantía de calidad. Pero como de apalabrarlo se trataba, porque su obra tiene interés, estaba dispuesto a no sacar punta a nada e incluso a quedar como un inocente y bienintencionado profesor de idiomas interesado por su figura, en tanto que representante de la moderna cultura de una ciudad con proyección, incluso, más allá de la región.
Oída la descripción de la amiga, la respuesta del artista fue, “en principio, no” (bis). Por más que el diálogo se hubiera interrumpido varias veces, supuse que lo decía en relación a la propuesta mía y de mi compi, aunque con tantas caladas, tragos y frases ingeniosas de por medio quedaba un poco atrás. Intenté entonces encajar dignamente el pequeño golpe, que no iba destinado tanto a mi como a un proyecto que el individuo no consideraba atrayente, quizá por poco profesional. Intenté, como oigo decir a menudo, no "tomármelo personal". Pensé en el descrédito de los centros públicos, en el desinterés por la gente común, en la vana búsqueda de éxito entre un público selecto, y pensé en que , sin embargo, el público allí presente me resultaba más pretencioso que selecto, y en qué sé yo que otras cosas, ciertas o no. Intenté dejarle la dirección de este blog, por si acaso una vez visto cambiaba de opinión, pero no llevaba boli a mano y casi tuve que mendigarlo, dado que ninguno de los presentes se hacía cargo del contratiempo. Cuando, por fin lo tuve, me faltaba el papel y, entre tanto, me iba convenciendo de que, visto lo visto, que, por ejemplo, no llevaba la pluma que últimamente me acompaña, el desinterés era mutuo. A veces, los detalles delatan que nuestra intención era menos firme de lo que creíamos.
“En principio, no, pero te doy mi teléfono y me llamas”, dijo aún. Hice ademán de abrir mi móvil para meter su número en la agenda, pero me costó saber cómo funciona y renuncié definitivamente al intento.
Al cabo de unas semanas me crucé con el artista a la salida de una cafetería. Iba acompañado de una niña, quizá su hija. Cruzamos la mirada, como hacen quienes, conociéndose, se pueden permitir no dar muestra de que así sea. Era domingo. Dice Baudelaire que el arte es el domingo de la vida. Se alejó y me quedé pensando en que seguramente me quedan unos cuantos fines de semana por vivir.
Vernissage de la exposición Nel cestino di Cappuccetto Rosso, celebrada en Fábrica de chocolate, Zaragoza.
Círculo de Bellas Artes, Madrid
Wikipedia: A vernissage (varnishing, from French) is a term used for a preview of an art exhibition, often private, before the formal opening. Guests may be served canapés and wine as they discuss with artists and others the works in the exhibition. If the vernissage is not open to the public, but only for invited guests, it is often called a private view.
At official exhibitions, such as the Royal Academy summer exhibition, artists, in the past, would give a finishing touch to their works by varnishing them (J. M. W. Turner was known for making significant changes to works on varnishing day while his fellow academicians were simply varnishing). The custom of patrons and the élite of visiting the academies during the varnishing day prior to the formal opening of the exhibition gave rise to the tradition of celebrating the completion of an art work or a series of art works with friends and sponsors. Nowadays, for commercial shows it is an opportunity to market the works on sale to buyers and critics.
Blog: Vernissage es una palabra francesa que significa literalmente “barnizado”, pero que se usa también para referirse a inauguraciones de exposiciones, de acontecimientos, etc... Vendría a ser lo que los anglosajones denominan cocktail, y en castizo “sarao”.
Y una gran vernissage es lo que había organizado esta noche en Alicante una de las compañías aéreas más influyentes de este país.
Diccionario del español actual (Seco, M, Andrés, O, Ramos, G. (Aguilar, 1999): Vernissage (pronunciación corriente /bernisáʒ): Inauguración de una exposición de pintura.
Petit Robert (1987): 1. Action de vernir (un tableau, une planche de gravure, etc.), de verniser (une poterie). 2. (1886). Jour d’ouverture d’une exposition de peinture (les artites etaient autorisés à achever d’y vernir leurs tableaux. – Inauguration privée d’une exposition de peinture.
Dizionario Italiano Sabatini Coletti: Vernissage: Inaugurazione ufficiale di manifestazioni varie, spec. di una mostra d’arte, riservata a critici, esperti e rappresentanti della stampa che sono invitati dell’apertura al pubblico.
http://de.wikipedia.org/wiki/Vernissage:
Unter Vernissage (fr. vernis, „Firnis“) versteht man derzeit die Eröffnung einer Kunstausstellung.
Ursprünglich firnissten die Künstler (später eher Angestellte der ausstellenden Galerie) die auszustellenden Bilder: Damit wurde die Arbeit ‚endgültig abgeschlossen‘, da ein Weitermalen hinterher faktisch unmöglich war. Der Firnis war zwar primär ein Oberflächenschutz, verändert(e) aber die Farben erheblich. Künstler hatten sich demgemäß auf die Wirkung ihrer Farben nach dem Firnissen einzustellen.
Im Lauf der Zeit entstand allerdings der Brauch, dieses ‚Firnissen‘, das der förmlichen Ausstellungseröffnung voranging, mit einer Feier im Kreis von Freunden und Auftraggebern zu würdigen. Später verschwanden die Unterschiede, und aus der Vernissage wurde ‚Ausstellungseröffnung‘.
Das feierliche Ende am letzten Tag einer Kunstausstellung nennt man Finissage, und bei größeren Kunstausstellungen kann es zur Halbzeit der Ausstellung auch eine mitunter medienwirksame Midissagegeben.