"Dostoievski plantea a los proyectos anticapitalistas un desafío desgarrador. la subordinación de las sociedades autoritarias y patriarcales es inaceptable, es cierto. deseamos vivir nuestra vida individual con autonomía, como un proyecto que debemos construir y dotar de sentido. Pero, por otro lado, es imposible desarrollar un autético proyecto de emancipación política en un contexto social fragmentado. Las relaciones sociales débiles o puramente formales, como la ciudadanía, no son suficientes para que la democracia radical dé lugar a una vida buena digna de tal nombre. La transformación política liberadora tiene condiciones sociales que la propia liberación dinamita" (p.105).
¿No es en el fondo absurda la idea de que "elegimos" a nuestras parejas sentimentales, con las que construimos una vida en común? ¿En qué catálogo las escogemos? Lo característico de los vínculos interpersonales profundos es en realidad que no son ni imposiciones -como los matrimonios acordados- ni meras expresiones de preferencias.. Lo mismo ocurre con algunas de las experiencias que consideramos más valiosas y características de una nueva vida. Nadie prefiere levantarse por la noche para preparar un biberón a un bebé, nadie prefiere participar en una aburridísima asamblea política, nadie prefiere salir a correr bajo la lluvia. Yo diría que ni siquiera nadie refiere exactamente leer a Proust en vez de encender la tele para ver "Gran hermano" (p. 203).
Rendueles, César, Capitalismo canalla, Barcelona, Seix Barral, 2015
(Fuente de la foto)
Lo cantaba Albano en la versión original de la canción:
"Felicità
è un bicchiere di vino
con un panino, la felicità"
Reducido a
"Felicidad
es un trago de vino por el camino, la felicidad"
en su versión española. En el camino, en efecto, había desaparecido el panino, una cosa que suele ocurrir cuando uno empieza a darle pellizcos a la barra, liquidada antes de llegar a casa. Afortunadamente para él, le quedaba vino pa jartarse. Dichoso aquel que se ahorraba escuchar su olímpica voz si se había quedado dormido (él mismo o su oyente) a causa del tintorro.
Pero a mí lo que me interesa no es el detalle de la anécdota, sino entender la complejidad de las cosas, lo simples que son, también.
Será eso de lo que habla Rendueles una especie de retroprogresión -no estoy seguro del término-, como llamaba Pániker a la urgente necesidad de volver atrás antes de avanzar, a la imperiosa obligación de escoger el equipaje con el corazón y con la cabeza, antes de partir. Porque, como escribe el mismo Rendueles al glosar a Dostoievski, "la revolución es un billete sólo de ida. Si no hay dios que nos salve, ni zar que nos proteja, ni príncipe que nos mande, ni cura que nos pastoree sólo queda el sinsentido de un mundo frío e incomprensible".
La versión italiana:
La versión española: