El jefe del dpto. de español publica en el blog de su dpto. la siguiente narración, precedida de una nota que también reproduzco. La micronarración se publica por alusiones, pero no entra en concurso por diversos motivos que huelga detallar:
Nos conocimos en enero, y el 14 de abril… salimos finalmente de la habitación del hotel en Copacabana.
A cualquiera que me pregunte sobre ti, no sabré qué decirle, pues apenas recuerdo tu rostro marcado por señales de viruela, ni precisar el tono de tus ojos amarillentos, ni siquiera puntualizar qué dientes eran los que aún permanecían en su sitio, presagiando la profundidad de tu boca, que sostenía –como en un sobretechado- una cierta pelusilla en el labio superior, áspera y negruzca.
Nunca podré decir qué fue lo que me atrajo de ti y me hizo estar pendiente de cada uno de tus movimientos –un poco ariscos por la rigidez que te había dejado el accidente aquel de moto del que me hablaste al oído. Sólo recuerdo que aquella botella de ron que sujetabas de tu mano, huesuda y angulosa, fue el bálsamo de Fierabrás, el hidromiel, el agua de vida que me devolvió a la realidad y me llevó con algún traspiés a la habitación del hotel, de donde salimos finalmente y casi a la fuerza para que pudieran terminar de dinamitar el edificio en ruinas.
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