Lope, Manuel de IBERIA. LA IMAGEN MÚLTIPLE Barcelona, Debate, 2005, p., 132-133.
Como ocurre con muchos de los grandes libros de viajes de autor, el interés no está tanto en la realidad descrita, por relevante que sea, como en la descripción misma, que abre camino a la imaginación –los horarios de tren de Proust- o nos ayuda a un reencuentro con lo conocido. Vivimos en una sociedad en la que las fotos sustituyen a la realidad , que, todo lo más, ha pasado a ser una prueba de verdad judicial. La representación, mero simulacro sin referente en el mundo exterior, reflejo especular de una realidad penaradero desconocido . Las observaciones, las descripciones de M. de Lope tienen valor en sí mismas, crean una realidad autónoma, pero debajo están los personajes y los paisajes reales, como si el escritor fuera esclavo de dos tendencias opuestas. Una , la de mirar hacia fuera sin perder la cara a la historia, macro y micro; y otra, la de proyectar su interioridad sobre las cosas. En el equilibrio entre esas dos fuerzas se producen la mejores páginas del libro. Ana Rodríguez Fischer dedicó a los dos volúmenes una reseña en la que mostró su buen gusto y gracia, la del escritor y la de ella misma:
De este modo, las páginas de Iberia se abren a las mil facetas de la realidad cotidiana, verse ésta sobre la cría del cerdo ibérico, la evolución del arte y sistema de las campanas de las iglesias, la ganadería estabulada de La Segarra, las ferias de Ordizia o las fiestas de Ciudadela. En lo que se refiere a impresiones callejeras –imprevisibles y fugaces–, Manuel de Lope se muestra deliciosamente barojiano en la atención que presta a los carteles públicos. De entre ellos, me quedo con la estampa de una heladería de Zaragoza, de nombre «Los siete pecados capitales», que anunciaba sus productos utilizando el marketing de la tentación. Por ejemplo: «Pereza: espesa salsa de chocolate; Soberbia: elegante helado de champán y fruta envuelto en puro chocolate blanco adornado con perlas plateadas». (http://www.revistadelibros.com/articulo_completo.php?art=1968)
En el recorrido por Aragón, M. de Lope llega a la Plaza del Pilar, que describe así:
Ibid, p., 131.
A continuación, describe detalladamente la basílica comparándola a una central nuclear de la espiritualidad cristiana, y después se refiere al episodio de las bombas:
ibid, p., 132-133.
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