“La memoria non è che un’imitazione della sensazione
passata, e le ricordanze successive, imitazione delle ricordanze passate. La
memoria…è quasi imitatrice di se stessa”. (Leopardi, Leopardi, Citati,
Piero, Oscar Mondadori, 2011, p. 56-57)
Algunos Gifs animados provocan una especie de
hipnosis, proponen pequeñas secuencias
de actos que uno querría pasarse toda la vida haciendo o evitando, ajeno a lo
que ocurre a su alrededor, ciego incluso ante lo que le está pasando por
dentro. Uno de mis Gifs otoñales favoritos consiste en pillar por sorpresa una
novela y pasarme tres días leyéndola, con cara de perro absorto que solo
atiende al olor de la letra.
Fueron días de adolescencia con, pongamos por caso, Chandler
o Hammett, días a medio camino entre la cama y el sillón, que no volverán. Como
ese mismo perro con el hocico pegado al suelo en pos de un rastro, el del
recuerdo, intento revivirlos. Esa imagen, la del sabueso esclavizado por un
pasado ancestral de sabrosos olores, miles de años de humus macerado, es la que
usaba no recuerdo cuál psicoanalista para ilustrar nuestro vínculo con la
infancia, con las experiencia fundadoras.
Algunas enfermedades o manías, idiosincrasias, también son como Gifs animados. Rajoy cuyas cejas se independizan, Pablo Iglesias, que, en su afán por buscar raíces
antifranquistas, parece que añorar haber
corrido delante de los grises, una visita a los calabozos de la D.G.S., un
poco de verdadera emoción, vamos.
Los Gifs evocan nuestras rutinas, las electivas y las
involuntarias, los rituales de repetición que constituyen una de las
habilidades humanas esenciales en la relación que establecemos con el mundo. Pero
de lo que son un verdadero trasunto es en los mitos. Sísifo a vueltas con su
piedra, o el hígado de Prometeo picoteado por el águila, el pobre Ícaro
escaldado, cosas del carácter o del instinto que nos esclaviza. De ahí nace la
cultura. Repetición y articulación de segmentos en orden combinatorio distinto.
El resto, es invención, cosa de pocos
Como dice Pániker que decía Jung, hay que pasarse la primera
parte de la vida construyendo un yo fuerte que permita rechazar los asedios de
los ejércitos invasores, vecinos, socios del mismo club, militantes del mismo
partido, compañeros de trabajo, para en la segunda parte de la existencia derretir
esa personalidad a fuerza de sencillez y comunión con el cosmos y los otros. Pero
hasta que llega el momento, hay que armarse de Gifs hoscos, huraños, de misántropo
aragonés, el no va más. Si caes en la tentación cristiana del Gif amable, estás
perdido. Se te irá la vida siendo bondadoso,
la perderás par délicatesse, que
decía el otro. Después, a partir de los cien, la cosa cambia, llega el momento
de dedicarse a los demás. Es el momento de prepararse para ser buenos abuelos, de disolver el yo huraño en nubes de algodón
azucarado…pero, por momentos, ¡qué nostalgia, qué ganas de pegar el hocico al
suelo lleno de hojas por caer y atender sólo al olfato que pide tinta!
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