“El resultado del accidente es terrorífico, y la mayoría de los médicos que examinan a Frida están asombrados de que todavía siga con vida: su columna vertebral está rota por tres partes en la región lumbar, el cuello del fémur se ha partido, igual que las costillas; en su pierna izquierda hay once fracturas, y su pie derecho está aplastado y dislocado; el hombro izquierdo está dislocado y el hueso pelviano roto en tres partes. la rampa de acero del autobús le ha traspasado el vientre, penetrando por el costado izquierdo y saliendo por la vagina.
Pero la resistencia de Frida y su vitalidad son excepcionales. Sobrevive al accidente y a la desesperación…Cuando sale del hospital de la Cruz Roja, vuelve a la casa de Coyoacán donde debe permanecer clavada en el lecho. Entonces decide pintar…Le anuncia la decisión a su madre: “Tan pronto vi a mi madre le dije: No me he muerto, y, además, tengo algo por qué vivir; ese algo es la pintura.” Su madre manda construir una especie de baldaquino encima de su lecho, y a modo de cielo de cama, ordena colocar un gran espejo para que la muchacha pueda verse y convertirse en su propio modelo. Son esa cama y ese espejo los que acompañarán a Frida durante toda su obra…”
Le Clézio, J.M.G., Diego y Frida, Temas de hoy, 2008, p.57-58, trad. de M. Armiño
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