El ayuntamiento de Saronno, la ciudad del amaretto que se anuncia en la televisión española al llegar la navidad, ha dado un paso extraordinario en la tendencia paneuropea a simplificar los trámites burocráticos que complican tanto la vida del ciudadano. Se trata de un autocertificado de defunción. La idea, de inspiración pirandelliana, es el fruto de un intenso trabajo en el que han colaborado el sector público y privado, bajo el auspicio de una partida perdida de fondos comunitarios. Todavía no se conocen los detalles del procedimiento del trámite de autocertificación del propio fallecimiento, por ejemplo, si el finado puede presentar más de un certificado en caso de extrema necesidad, si debe, en caso de no estar muy afectado por el óbito, entregar el documento en mano a quien proceda o si quien lo recibe debe despedirlo con un ciao o un addio, un hasta luego o un adios para siempre. Diversas comisiones provenientes de otras ciudades se han desplazado a Saronno para seguir de cerca la implantación de la autocertificación. La organizaciones empresariales, por su parte, se muestran perocupadas ante los brotes de absentismo laboral que puedan producirse, aunque prevén que los fallecidos, cuando comprendan las irreversibles consecuencias de la autocertificación, no se dejarán llevar por tentaciones de absentismo.
En un alarde de hasta dónde puede llegar la imaginación a la hora de hacer propuestas
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