"- Ah! misérable chien, si je vous avais offert un paquet d'excréments, vous l'auriez flairé avec délices et peut-être dévoré. Ainsi, vous-même, indigne compagnon de ma triste vie, vous ressemblez au public, à qui il ne faut jamais présenter des parfums délicats qui l'exaspèrent, mais des ordures soigneusement choisies." (Baudelaire, Le chien et le flacon, Le Spleen de Paris).
“La hija nos pareció excelente: mucho más delgada y atractiva que el personaje de la novela, desde luego, pero es una película, y qué quieres, cuando lo principal en el cine son las mujeres bonitas…El público sentado en el cine con nosotros estaba absorto y, dado lo malas que son hoy en día las películas, daba gusto ver algo inteligente y bien estructurado” (P. Auster y J.M. Coetzee, Aquí y ahora, cartas, 2008-2011,, Anagrama y Mondadori, 2012, p. 98).
JM Coetzee Photograph: TIZIANA FABI/AFP/Getty Images (Via)
Guardian anuncia la publicación para el próximo verano de la biografía póstuma de JC Kannemeyer sobre Coetzee. Kannemeyer murió hace dos años y Coetzee sigue vivo y escribiendo. Su última novela, Infancia de Jesús, debe aparecer entre nosotros cuando esté traducida y lista para ser publicada.
Entre la información que entresaca Guardian de la biografía se encuentra el detalle de que Coetzee escribió hasta catorce versiones distintas de Desgracia, la novela que seguramente más fama ha dado a su autor y que hace no mucho fue llevada a la gran pantalla:
"From the manuscripts that I perused in his office in the second week of my stay, I also got the impression of an incredibly hard worker who had spared no effort to develop and deploy his talent. The various versions, up to fourteen, that had been produced of Disgrace provide some measure of the demands Coetzee makes of himself as a writer."
Cuando pasan los años desde que uno ha leído intensivamente la obra de un gran autor se difuminan los argumentos, las anécdotas, los personajes. Como si el tiempo limara las particularidades, pero, a la vez, las concentrara en una mezcla intensa que amortiza lo singular, va quedando una melodía en el recuerdo, el estilo, la forma de ser, quizá eso que a Proust le permitía imitar a otros escritores,
Algo así me pasa a mi con el escritor de origen sudafricano. Desde la distancia, vuelvo la vista atrás y me resulta que Desgracia es la más melodramática de sus novelas, las más sentimentalmente anecdótica, aquella, quizá, con unos personajes menos literaturizados, por más que el sensualista que la protagoniza sea un profesor de literatura. En ese sentido, se puede decir que la narración se articula más en torno a la matière contada y menos a partir de la digresión o de la metaficción y que la obra se inscribe en una tradición de novela más popular que, pongamos por caso, El maestro de Pertersburgo, Foe, Esperando a los bárbaros, o Elisabeth Costello. No es sorprendente tampoco que, pasados los años después de su lectura, Desgracia sea tal vez la novela que aparece con más detalles en el recuerdo, o, por lo menos, con un argumento más fácilmente resumible. Si pensamos en otra obra de Coetzee con cierta querencia por el melodrama, como es Diario de un mal año, hay que señalar que el artificio narrativo, la división de la página en Diario… en tres puntos de vista, frena la tendencia pues el recurso hace las veces de un enfriamiento brechtiano. No ocurre así, por ejemplo, con su prima rothtiana, Sale el espectro, que si no se enfanga en el melodrama es gracias a la ironía. Es esa falta de ironía la que deteriora, por ejemplo, El animal moribundo, quizá en la distancia, la peor novela de Roth.
Me pregunto si el alto número de versiones de Desgracia, que hacen pensar en un ímprobo trabajo por parte de su autor -además de, dicho sea en términos de Coetzee, hacerle justicia a un tema- obedece a la necesidad de hacerse justicia a si mismo, príncipe de la inteligencia, con un material tan sensible(ro) como el de esta novela.
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