miércoles, 27 de marzo de 2013
No me chilles, que llevo chanclas. Isol gana el premio Astrid Lindgren 2013
Veo a una niña en el parque que abronca a su muñeca. La tiene sentada en un banco, muy cerca de ella. No tendrá más de seis o siete años, pero con las rodillas juntas y el tronco recto, mantiene un aire de señorita muy pimpante. Su voz es firme, aunque por momentos se tiñe de cierto tono afectuoso, como si se diera cuenta de que se está pasando con la muñeca y, más por narcisismo que por compasión, quisiera dulcificar su actitud. Quizá se ha recordado a su jefe en el bufete, a su marido cuando se pone furo, porque la niña, ahora, en realidad es su madre, su madre y su padre juntos y ellos a su vez, sus proprios padres, en una cadena retrospectiva con puntos suspensivos.
En mi campo visual solo estamos tres, la niña, la muñeca y yo. Quizá, la niña ha adquirido ese aire tan adulto, porque la madre está a una decena de metros hablando con una de sus secuaces, otra madre y ella se ha impuesto sustituirla durante la ausencia. Pero es que quizá la niña ya ha interiorizado que debe cambiar, ha dejado ya de ser pequeña y se ha echado a la espalda la carga de perpetuar el orden. Crecer es como el psicoanálisis, si no lo haces te vas dando de bruces con cada trabajo, con cada amante, pero si lo haces y te normalizas, te mueres de asco el resto de la vida. Menos mal que es eterno y hasta en el lecho de muerte te puede visitar tu terapeuta para ayudarte a ver la postrera luz.
Que si no tienes que hacer eso, que ya lo sabes, que te lo he dicho mil veces, y papá también te lo ha dicho, ¡desobediente, malcriada, te voy a castigar, a tu cuarto! La muñeca no entiende nada, mira impasible a su mamá gritona, que le está enseñando, como si fuera un guardia de tráfico de la vida, el recto camino hacia la rutina, dónde y cómo debe dejar esas ocurrencias, esos impulsos, esos juegos, la inocencia, para empezar a vestirse con la ropa adulta de salir, entre semana y los domingos. Ahora llega el momento del amedrentamiento físico. La coge de un hombro o de la oreja, porque la muñeca es rara, parece un marciano, y la sacude, envalentonada porque no llora ni hace pucheros. A punto estoy de ir a defenderla. Es entonces cuando la madre se acerca y le dice a su hijita con voz de abuela, pero no la trates así, que de mayor no te va a querer.
Fuente de las imagen
Ilustración de Isol, apocorístico de Marisol Misenta, ganadora del premio Astrid Lindgren 2013.
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