Los grandes depósitos de agua pertenecen al sueño ilustrado de la arquitectura. Son hermosos, suelen estar diseñados con alguna limitada variación, algún rasgo de estilo del quien los proyectó, pero dentro de un estricto orden. Todo obedece al fin último de su uso, al contexto en el que se sitúan, a un afán por aunar ligereza, impulso hacia el cielo y peso, el del agua, como si su ideal fuera el del ciprés de Silos, enhiesto surtidor de sombra, pero con un inmenso barreño colocado encima de él. Sus raíces son tan sólidas como poderosa la voluntad de ascender que los recorre. Podrían ser cabezones, pero los más hermosos son armónicos, puro equilibrio, como móviles gigantescos paralizados, mínimas variaciones sobre una estructura común que recuerda juegos como el viejo Mecano o esos robots que puedes poner en distintas posturas, estirando y encogiendo sus piernas o brazos, pero que al cabo no dejan de ser el mismo ser con distintos trajes. Si hasta la Torre de Saruman de El Señor de los anillos, una película excelente para echar una cabezadita de vez en cuando, podría ser un inmenso depósito de agua.
El siguiente video corresponde a la voladura controlada de un depósito de 1951.
Detalles de la obra Water towers , de Bernd Becher e Hilla Becher, 1972 (Museo de Arte Reina Sofía, Madrid):
Otros depósitos:
Antiguo deposito de agua de Delft.
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