miércoles, 6 de abril de 2016

Morir en primavera: Manolo Tena


Hace dos días murió M. Tena. No era santo de mi devoción. Eso de "pasión gitana y sangre española, cuando estoy contigo a solas", me resulta impotable, aunque se deba a razones comerciales, aunque sea en una caracola. Además, noto en muchos roqueros una falta de densidad que suplen amanerándose, afectándose, adoptando una pose que me es antipática. En ese terreno, casi al único que soporto es a G. Alix, príncipe de una subcultura que trasciende casi en cada foto. Pero ver a M. Tena en el reciente reality de la Sexta me reconcilió un poco con este héroe de la movida madrileña, que yo no viví en su momento cumbre porque estaba fuera. En ese reality, Tena hablaba como uno del foro, un madrileño de la Ribera de Curtidores -de donde no era, por cierto- con ese acento achulapado, pero simpático. Más simpático aún si las cosas que decía las decía enfundado en esa imposible cazadora roja de cuero, con ese andar renqueante, consumido, que quien se despide de la vida, pero desde la vida, todavía coleando, a dos pasos de la muerte, triste y salvaje, camino del mar.


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