Se exponen en la galería Whitechapel Gallery de Londres las fotos de flores y plantas de Karl Blossfeldt (1865–1932). Dejando a un lado el gusto y la admiración que transmiten tanto por la naturaleza como por la capacidad de la fotografía para recrear la inmensa variedad y la profunda continuidad que caracteriza a cuanto nos rodea, estás fotos acarician las entrañas. Las acarician, pero también las arañan. Con su inmensa capacidad de evocación, invitan a un viaje interior al que es difícil sustraerse. Como escenas de una inquietante película hacen aflorar sensaciones pasadas, confusos recuerdos que penden de un hilo, sólido como una maroma, sin embargo. Parecen resúmenes de de lo que queda de la infancia, de los primeros amores, de las decepciones vividas, como perfumes que impregnan el aire, pero solo se pueden oler cuando la memora involuntaria nos acerca su aroma. Estas foros están en vilo entre lo fugaz y lo constante y nos recuerdan que en cada gesto se concentra todo el pasado, individual y colectivo, un pasado que muere y renace sin cesar al albur de esa cosa terrible y hermosa que es la vida.
(Con perdón por la falta de ironía,a la que estoy tan agradecido)
Fuente de las fotos (Plata sobre Gelatina)
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