De un tren que no vaya demasiado deprisa, que no se pueda coger 10 o 12 veces al día, que no cueste tanto, que en vez de hacer ¡pssssssss!, emita un ruido con vocales, aunque ya no sea el añorado ¡chu, chu!, que permita sentarse mirando a los viajeros a la cara, en que ir al baño no dé miedo a ser abducido, en el cada vez que miras para arriba no te encuentres un peliculón americano, un tren en el que los acompañantes te puedan seguir hasta el andén, aunque despedirse a través de la ventanilla haya pasado a la historia sentimental de los viejos enamorados, un tren con revisor y sin tanta azafata, otro tren distinto del AVE, aunque sea uno por la mañana y otro por la tarde para ir a Madrid en tres o cuatro placenteras o angustiadas horas de conversación, lectura o silencio.
(Agustín García Calvo, Del tren)
AVE
No se, el recuerdo de otros tiempos resulta romántico. No hace tanto que al talgo le costaba tres horas y media llegar a Madrid, una mas que al Ave de Madrid a Sevilla.
ResponderEliminarSi los vagones no estuviesen trufados de cotorras parlanchinas movildependientes preferiría los viajes sosegados que añoras, pero la cruda realidad se impone.
Yo creo que como decía un cantante sobre la ciudad de Genova, el tren è un'idea come un'altra, y que cada uno tiene la suya. La mía, más allá despilfarro que ha supuesto la construcción del entramado del ave y el deterioro consiguiente de cualquier otra red ferroviaria, está ligada al Feve asturiano, un tren el las antípodas de la alta velocidad.
ResponderEliminarSaludos.